Al asumir la Dirección General de la Policía, el ingeniero Ney Aldrin Bautista Almonte anunció que una de las prioridades de su gestión era acercarse a la ciudadanía con el propósito de recobrar su confianza.
En aquella ocasión, el titular de la institución llamada a preservar el orden y la seguridad ciudadana precisó que para lograrlo se trabajaría en un proyecto de integración a desarrollarse en los distintos sectores, para conocer de cerca sus males y así tener un mayor control de la delincuencia.
Sin embargo, el accionar de muchos de sus miembros está muy apartado de los planes que lleva a cabo la Dirección General con relación al apoyo e integración entre ciudadanos y agentes de la Policía.
La muestra más reciente es el hecho en el que resultó muerto el joven estudiante Albert Ramírez, el raso Nieve Luis Sierra Gómez es el principal responsable, quien le disparó en la cabeza para robarle su teléfono celular, un día antes de su graduación.
A esto se suman las denuncias, muchas de estas registradas en videos y difundidas a través de redes sociales, que muestran los abusos por parte de los agentes.
Tal es el caso de la golpiza que un coronel le propinó a un joven que protestaba en la Universidad Federico Henríquez y Carvajal (UFHEC), en Baní, la semana pasada.
Otro de los errores cometidos desde la Dirección General es el ocultamiento de información para no dar a conocer los hechos contenidos en el “parte diario”, con la falsa creencia de disminuir la “percepción” de violencia y criminalidad en la población, incrementando con esto los niveles de desconfianza.
Más allá de las charlas y actividades, que tienen buena acogida en los barrios, la Policía debe replantear el adoctrinamiento a sus miembros al inicio y durante el desempeño dentro de las filas, para que sean dignos representantes del deber al que están llamados.