Los éxitos y logros del Gobierno, que no son pocos, están réquete conocidos y cacareados. Igualmente sus fracasos.
Hoy no quiero alabar los primeros ni resaltar los segundos, excepto uno cuyo carácter inmoral supera en maldad su costo financiero. Quizás adivinan que es la empeorada quiebra de las EDE, que si bien data de antes del 2020, nunca había alcanzado niveles tan vergonzosos.
La mayoría de los críticos, sean opositores políticos o ciudadanos de buena fe, se refieren usualmente al efecto pernicioso de tirar a un hoyo sin fondo más de doce mil millones de dólares (RD$768,000 millones) en cinco años. Es otro tema, pero a ese subsidio catastrófico debe sumarse otra epiplopéyica cantidad gastada en indiscriminados y politizados subsidios sociales.
Pero aun combinando ambas sumas, el lisio moral que estimo peor es que la incapacidad gerencial de las EDE obliga a cientos de miles de familias honestas a convertirse en ladrones de luz con conexiones ilegales porque los responsables no son capaces de regularizar sus consumos mediante medidores o contratos legales.
Esa anomalía, o robo involuntario por necesidad, pues ¿quién puede vivir sin luz?, va pareja con el abanico ancho de subsidios indiscriminados, que equivale a regalar a un segmento poblacional lo que unos pocos pagamos de impuestos y lo que el Gobierno toma prestado.
Junto con tantas otras violaciones impunes a leyes, reglamentos y convenciones sociales sobre la decencia cívica, obligar a que tantas familias críen a sus hijos “normalizando” el robo de luz (o recibiendo subsidios que sólo merecen los más pobres) es un crimen peor que la quiebra de las EDE. Pero como vivo equivocado, ¡que siga la fiesta!Este artículo fue publicado originalmente en El Día