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Lo pendiente en industria de salud

Hay algunos puntos que no encajan en el sistema de salud dominicano y patas que faltan. En República Dominicana la conversación sanitaria parece transcurrir sobre un escenario lleno de aplausos: cifras de exportación de dispositivos médicos, expansión de las inversiones, construcción y remozamiento de hospitales, inversiones millonarias y calendarios repletos de congresos médicos.

Es, sin duda, una industria de salud sólida, innovadora y llena de oportunidades. Sin embargo, la bonanza debe convertirse en mejor salud para los afiliados del sistema de seguridad social.

Los últimos “retoques” en el sistema apuntan a un aumento de servicios de salud, distribución con críticas de los repartos de las Administradores de Riesgos de Salud y al llenado de bolsillo médico, pero el paciente está en una esquina como quien espera la decisión letal del árbitro para volver cabizbajo al camerino.

El gasto de bolsillo se mantiene sobre el 50 por ciento del total invertido por los afiliados en su salud, según reflejan todos los estudios realizados hasta el momento y tener un diagnóstico de enfermedad crónica es una sentencia de quiebra económica y muerte para pacientes y familiares.

Desde la perspectiva del paciente común, la desconexión es aún más evidente. El país puede exportar millones en dispositivos médicos, dar conferencias sobre innovación o anunciar inversiones en ensayos clínicos; pero la persona con una receta en la mano sigue enfrentando listas de espera, altos costos de bolsillo y servicios públicos saturados.

El crecimiento de la industria no se traduce automáticamente en acceso transparente, tiempos de diagnóstico más rápidos o tratamientos oportunos. La mayoría de los discursos celebratorios se detienen justo donde comienza la vida diaria: en las salas de espera. Allí no llegan las cifras, ni las promesas, ni los anuncios.

Cuando se observa de cerca, se descubre una paradoja: la industria de la salud crece, pero el sistema no necesariamente mejora para los pacientes. Más tecnología, más redes globales, más investigación, mejores salarios para médicos. En la práctica, solo una franja muy pequeña lo experimenta.

La exportación de dispositivos y la instalación de empresas en zonas francas generan miles de empleos, pero la mayor parte son operarios y técnicos. Las oportunidades para especialistas clínicos son limitadas y no existe una política que convierta ese auge industrial en carreras científicas, investigación local, innovación aplicada o mejores condiciones en la práctica médica cotidiana. Damos grandes pasos, eso sí, como declaró el presidente Luis Abinader en el tema de dispositivos médicos.

En sentido general, siguen en el aire las preguntas: ¿cuáles mecanismos permiten que el dinero que llega deje capacidades instaladas en hospitales, formación para especialistas, mejores laboratorios, más acceso para pacientes locales y una red pública más fuerte? Realmente no hay una respuesta clara.

En resumen, no basta con tener una industria de salud grande; hay que tener un sistema de salud fuerte.

La salud no se mide por el valor de las exportaciones, ni por el tamaño del mercado. Se mide por la vida cotidiana de la gente: atención oportuna, diagnóstico rápido, medicación disponible, protección financiera y dignidad en el cuidado.

Son los traspiés que aún da la industria de la salud dominicana.

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Periodista especialista en temas de salud.

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