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Llegó diciembre

Llegó diciembre, y nueva vez toca echar un vistazo al año que dejamos atrás. La utilidad de esto no es poder hacer reflexiones con interés puramente histórico, sino, sobre todo, aprender de los errores cometidos el año anterior.

Con más frecuencia de lo deseable, la emotividad se cuela en estas meditaciones y, lo que debiera ser un ejercicio de autocrítica se convierte en una letanía de afirmaciones auto congratulatorias.

Pienso que, sin pecar de lo contrario, es necesario que este sea un tiempo de autocrítica para todos, incluyendo a quien esto escribe. De poco nos sirve rememorar sólo lo que hemos hecho bien en el año transcurrido.

Después de todo, trescientos sesenta y cinco días son como la viña del Señor: hay de todo.
Revisar las cosas en las que fallamos como sociedad nos ayuda tanto o más que felicitarnos por lo que hicimos bien.

Y es que no hay manera de eludir las consecuencias de nuestros errores: nos esperan siempre al doblar en el camino o, como en este caso en particular, al cambiar el calendario. Y esto vale para las cuestiones en las que debe actuar el Estado (o el gobierno, que no son la misma cosa) y las que debemos actuar los ciudadanos.

Un ejemplo claro de esto es la violencia contra la mujer. La efectividad de cualquier iniciativa pública depende para su éxito de que los ciudadanos colaboremos activamente. A falta de una de las alas, ese ave no logra despegar.

También es cierto en el caso del tránsito. Podemos hacer todas las críticas que queramos al sector público por su gestión, y muchas serán válidas. Pero ninguna puede borrar el hecho de que los conductores nos comportamos de tal manera que difícilmente encontremos solución a los tapones.

No es que convirtamos estas reflexiones en un ejercicio de autoflagelación. Eso tampoco ayuda. Sin embargo, no es posible tener una visión realista de lo que ocurre a nuestro alrededor, ni de cómo lo afectamos, si no tomamos en cuenta nuestras propias faltas.

Pero es que los aspectos positivos, que los hay muchos y muy variados, no nos brindan una lectura completa de lo que somos y lo que hacemos.

El equilibrio nos es más provechoso, precisamente para favorecer fomentar lo positivo. Todos somos responsables de esto. Además, nuestros éxitos los celebramos espontáneamente.

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