¿Limpiasaquismo? No.

¿Limpiasaquismo? No.

¿Limpiasaquismo? No.

Un veterano periodista y ex director de periódico definía la detestable acción de adular como el “limpiasaquismo”, por aquello de “limpiar el saco” o “dar coba (o escoba)” a otra persona.

También usaba el aludido colega y maestro otros términos más gráficos todavía, tanto que no me atrevo a repetirlos aquí por respeto a mis lectores, a quienes no les faltará agudeza ni inteligencia para ya haberlos imaginado.

Pues bien, permítaseme hacer la advertencia de que no es por “limpiasaquismo” ni cosa que se le parezca que voy a estar de acuerdo totalmente con lo dicho en una ceremonia de graduación universitaria por el dueño de este periódico, para el cual yo trabajo, Pepín Corripio, en el sentido de que nuestro país es como un avión que vuela por todo lo alto, pero carece de tren de aterrizaje.

Efectivamente, se ha dicho una y mil veces que aquí tenemos leyes para todo y que este es el país que cuenta con más estudios para resolver todos los problemas. Sin embargo, no acabamos de arrancar.

Es hora ya de sincerarnos y empezar a poner pies en tierra. Hora de no dar más vueltas en el aire y de dejar a un lado tantas querellas politiqueras. Hora de comenzar a no ser tan corruptos y dejarle algo a eso que llamamos nación. Hora (lo voy a decir) de que el avión que sabe volar tan alto y tan veloz aterrice, aunque nos digan “limpiasacos”.



El Día

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