Levantemos el corazón por la patria

Levantemos el corazón por la patria

Levantemos el corazón  por la patria

La política electoral partidaria ya domina el escenario, y el tema de la disolución del Estado nacional no tiene primacía.

La nación está cercada. Eso no es pesimismo. Pero tampoco se puede confundir ilusionismo con esperanza; hipocresía, mentira o doblez, con prudencia.

No se puede confundir dominio del conocimiento o de la información o vocinglería con el liderazgo, en un país que fue dañado por la politiquería populista, donde se amañaron los intelectuales y se corrompieron los poderes militares, los económicos y los de la información.

A nosotros solo nos despierta por instantes la tragedia que produce el enemigo, que controla a su antojo las emociones colectivas dentro de un redil que acorrala la pureza de la causa mayor; y somos entretenidos miserablemente.

La Marcha Verde perduró por un tiempo porque la auparon los mismos intereses que nos doblegan, que —cuando conviene— alientan la lucha anticorrupción contra un gobierno, mientras corrompen la funcionalidad del Estado nacional y los fundamentos de la civilización cristiana.

Son los que montan la campaña contra el narcotráfico en los países puentes, mientras protegen su gran mercado de consumo.
Estamos entrampados. Y todo lo que se nos ocurre gira sobre el mismo eje.

Tenemos razones muy fuertes para el pesimismo.
Se nos hace difícil sintonizar acciones concretas efectivas. La situación sobrepasa nuestras fuerzas.
Nuestros pasos no son suficientes para nuclear al pueblo en la primacía de la causa nacional por encima de los temas del populismo y su estructura de dominio.

El pueblo los asume como dispersos y distractores, aunque sean verdaderos.
Nos ve con buenas intenciones, pero sin capacidad para cumplir los propósitos esenciales, por falta de recursos económicos, por carencia de información concreta sobre cada uno de los frentes de ataque, lo que dificulta la elaboración de objetivos posibles a cumplir.

Pero sabemos que el mal no tiene la última palabra. Que la causa de la Patria está centrada en Dios.
Solo Dios y su Providencia nos mantiene con esperanzas.

Y no pereceremos.
¿Cuándo y dónde brotará la resistencia con poder? ¿Cuándo surgirá el liderazgo que nos congregue a todos y nos haga renunciar a protagonismos particulares? No lo sabemos.

Mientras tanto mantengámonos unidos, despiertos, activos en las ideas y propuestas, cumpliendo las acciones que se acuerden cada vez.
Mantengamos la esperanza firme.
Un abrazo por la patria.

*Por Darío Vargas



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