Santo Domingo.-El traspaso voluntario de la antorcha no forma parte de la cultura política dominicana, aunque en los últimos años se observa una marcada tendencia al surgimiento de nuevas figuras electorales, como consecuencia de que los líderes icónicos han desaparecido físicamente y de que la arquitectura constitucional ha apartado del camino electoral a los dos últimos presidentes de la República.
Durante la mayor parte de la historia, la transición del poder se daba entre aliados políticos. Sin embargo, en el primer cuarto del presente siglo han comenzado a verse casos en los que hijos de líderes políticos han pasado al primer plano.
En los casos de José Rafael Abinader e Hipólito Mejía, la historia fue relativamente sencilla, pues ambos se echaron a un lado para darle paso a sus hijos —Luis y Carolina—, aun cuando, al momento en que sus retoños comenzaron a abrirse camino, ellos se mantenían activos en sus respectivos partidos.
Pero la historia en el caso de Leonel Fernández no parece que será tan simple ni idílica, pues el exmandatario persiste en presentarse por sexta vez como candidato presidencial, a pesar de que en el escenario político ha irrumpido su hijo, Omar Fernández, quien aparece en las encuestas con números favorables para enfrentar, en las próximas elecciones, al candidato que resulte del oficialista Partido Revolucionario Moderno.
La historia ha colocado a Leonel Fernández y a su hijo Omar en el mismo dilema que en su momento enfrentaron José Rafael Abinader con su hijo Luis Rodolfo y, posteriormente, Hipólito Mejía con su hija Carolina. En esos dos últimos casos, la decisión fue rápida, aunque no exenta de aspavientos, pues se hizo con resonancia política para beneficiar a sus vástagos.
PRD-PRM
Al hoy fenecido José Rafael Abinader se le recuerda como un pilar de la política dominicana, no por sus éxitos electorales, sino porque cedió a su hijo la antorcha y facilitó el partido que él mismo había fundado, la Alianza Social por la Democracia, para que sobre esa estructura se fundara el hoy conocido Partido Revolucionario Moderno, cuando se produjo la división del Partido Revolucionario Dominicano.
Cuando su hijo Luis Abinader comenzó a perfilarse como una figura de renovación dentro del antiguo PRD, un partido dominado por los llamados “viejos robles”, José Rafael Abinader entendió que el tiempo histórico ya no le pertenecía a él. No hubo rupturas públicas ni disputas de ego. Por el contrario, el padre se hizo a un lado para que el hijo avanzara, primero como candidato vicepresidencial, luego como líder opositor y, finalmente, como presidente de la República.
El caso del expresidente Hipólito Mejía tiene matices distintos, pero una conclusión similar. Mejía, uno de los líderes más carismáticos y combativos del PRM, buscó por última vez la candidatura presidencial en 2019. No la obtuvo y, a partir de ahí, tomó una decisión poco común en la política dominicana: no insistir.
Desde entonces se ha mantenido activo, visible y con peso interno, pero renunció a la ambición presidencial. Primero apoyó con determinación a Luis Abinader, contribuyendo a convertirlo en el primer presidente del PRM. Luego volcó toda su energía política hacia su hija, Carolina Mejía.
Carolina fue candidata vicepresidencial en 2016, dos veces alcaldesa del Distrito Nacional y hoy lucha por la candidatura presidencial de su partido. Hipólito Mejía no compite con ella, sino que la impulsa y alienta, acompañándola de manera constante en su recorrido político.
Aunque con lenguajes distintos, los estilos de Carolina e Hipólito se asemejan en lo carismático, espontáneo y tenaz, lo que ha permitido que los antiguos seguidores de Mejía vean en la actual alcaldesa una especie de versión 2.0 del proyecto originario, para bien o para mal de las aspiraciones que hoy se le atribuyen.
En los casos de José Rafael Abinader e Hipólito Mejía, el gesto fue el mismo: apartarse sin chistar para dar paso a sus vástagos.
El dilema de Leonel
Pero en el caso de Leonel Fernández, el cuento no resulta tan idílico. Se trata de un político convencido de que alrededor de su figura todavía puede articularse un proyecto presidencial exitoso y de que está en capacidad de sortear las dificultades que enfrenta su eventual candidatura. Fernández ha logrado construir un partido, Fuerza del Pueblo, que casi de manera orgánica gira en torno a su figura. Sin embargo, las encuestas comienzan a contar otra historia, una que aprieta el cuello de Leonel y de su círculo más cercano.
Omar Fernández, joven senador, con alto nivel de simpatía, discurso moderno y aceptación transversal, aparece mejor posicionado que muchos veteranos de la política nacional. Esa realidad le plantea a Leonel un dilema político claro, con un fuerte componente humano: decidir si echarse a un lado para darle paso franco a su hijo Omar o insistir en ser él mismo el eje de la competencia presidencial de 2028.
Hasta ahora, Leonel Fernández no da señales de estar dispuesto a retirarse. La Fuerza del Pueblo sigue funcionando como un partido leonelista, aunque comienzan a emerger voces internas que entienden que con Omar las probabilidades electorales podrían ser mayores.
No es la primera vez que el expresidente enfrenta una encrucijada similar. En 2019 se planteó la posibilidad de que su entonces esposa, Margarita Cedeño, fuera candidata presidencial por el Partido de la Liberación Dominicana, como una fórmula intermedia que permitiera un punto de avenimiento entre los grupos de Danilo Medina y Leonel Fernández, en una disputa que ya entonces lucía infranqueable.
Desde el entorno de Danilo Medina se ha sostenido que Leonel prefirió “partir el niño” antes que ceder sus aspiraciones presidenciales, aun cuando la opción fuera darle paso a su entonces esposa, como en su momento hicieron Juan Domingo Perón o Néstor Kirchner en Argentina.
De hecho, el propio Leonel Fernández ha dado primacía a su hijo en momentos clave: apoyó su candidatura a senador, lo colocó en el Consejo Nacional de la Magistratura en representación de su partido y lo ha mantenido a su lado incluso en actos simbólicos, como la entrega de cajas navideñas.
Relación
— Leonel-Omar
La sangre tiene un peso que supera otros vínculos. Leonel y Omar mantienen una relación cercana de padre e hijo, lo que permite suponer que, aunque haya dolor o tensiones políticas, no habrá distanciamiento personal.