Lectura, pasión y andadura

La relevancia de la obra de un escritor no estriba únicamente en la calidad de lo que escribe, sino también, y esto es muy importante, en la calidad de los autores que lee.
La historia de la literatura universal cuenta con escritores a los que ha habido que diseccionar estilística y temáticamente para establecer sus posibles y tal vez angustiantes influencias.
Pero, al mismo tiempo, ha habido otros tantos que al publicar entrevistas, artículos, ensayos e incluso libros acerca de sus autores y obras predilectos van dando una clara señal de sus modelos, fuentes textuales de inspiración, lecturas preferidas o simplemente aquel orbe referencial al que Borges remató con la frase biblioteca de sentidos, además de manifestar sentirse más orgulloso de lo que había leído, antes de por lo que había escrito.
Con la publicación de los libros “El lector apasionado. Ensayos sobre literatura”, originalmente publicado por Letra Gráfica en 2010, y en segunda edición por Editorial Santuario, en 2015; como también “Palabras andariegas. Escritos sobre literatura y arte”, cuya primera edición la da a conocer Isla Negra en 2011, y la segunda, también Santuario en este año 2015, el riguroso y laureado narrador y ensayista dominicano José Alcántara Almánzar se coloca en la privilegiada lista de escritores que han querido compartir con el público lector, mientras ejercitan el escalpelo de su análisis crítico, parte de sus autores y lecturas preferidos, con lo cual revelan claves de su propia creación, su imaginario y su pespunte estilístico.
Ello no es necesariamente sinónimo de un listado de los escritores y pensadores que constituyan el altar de sus maestros o de las obras que conforman el origen de las influencias. No.
Se trata, más bien, de dar a conocer las lecturas que muy probablemente, al ser admitidas como importantes por los propios escritores, hayan contribuido a la definición de una sensibilidad frente al lenguaje, la predilección por algunos temas, la incorporación estilística de algunas técnicas creativas, la fundamentación de autoridades referenciales en el juicio crítico y, por tanto, al asentamiento de una voz particular en el amplio concierto del pensamiento, el ejercicio del criterio y la misma creación escrita en Hispanoamérica.
La andadura, como lector y como crítico, de Alcántara Almánzar, por ejemplo, la cuentística, novelística, poesía, música y el arte visual de nuestro país y del Caribe hispánico, especialmente, Puerto Rico, así como también su escrutadora mirada en torno a la obra de la novelista catalana Rosa Regás, a quien acompañó en su visita a nuestro país, de la mano de la Fundación Corripio, y sobre la obra plástica de artistas como el cubano Vicente Dopico Lerner, el puertorriqueño Julio Suárez y nuestro Mariano Eckert, denotan su agudeza y depurada sensibilidad.
Ambos volúmenes conjugan ensayos, artículos y conferencias que, además de reflejar la pasión y andadura de su autor por la literatura y las artes, traslucen muy bien la vocación didáctica y la vasta cultura de un hombre que ha concebido la creación a través de la palabra como un apostolado para compartir ilusiones y esperanzas que hagan posible una mejor educación para una vida más digna de los niños, jóvenes, hombres y mujeres de todos los estratos sociales de la población dominicana y caribeña.
Porque, contagiado de la estirpe humanística de Pedro Henríquez Ureña, ve Alcántara Almánzar en la enseñanza de la lengua materna a través del estudio y la divulgación de las obras de los escritores más relevantes de una cultura, el fundamento de una verdadera educación, formal y sentimental, para elevar el espíritu y vivir en auténtica libertad.
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