Las autoridades dominicanas han mostrado una diligencia activa en la persecución y apresamiento de los sospechosos de haber participado en la horrenda muerte de cuatro personas en una comunidad de la provincia Dajabón esta semana.
Es a los cuerpos de prevención y seguridad a los que corresponden las acciones del caso.
Cualquier actitud de familiares, amigos o vecinos como represalia, venganza o cualquier otra forma de retaliación está fuera de lugar y desdice del orden público al que tenemos que acogernos todos, sin excepción.
De acuerdo con las autoridades policiales, lo ocurrido en Aminilla, de Dajabón, fue la obra de una banda de dominicanos y haitianos, como si no fuera bastante con las malas noticias que llegan cada día del otro lado de la frontera.
La coalición de maleantes locales con delincuentes haitianos para robar, matar y traficar tiene que ser desalentada desde la base social misma de la población dominicana, a la que no debe pasarle desapercibida una “juntiña” de vecinos de una comunidad con extranjeros que no sea para trabajar.
La vigilancia en estos casos no es sólo tarea de las autoridades, que a pesar de haber actuado en operaciones reactivas han demostrado una contundente efectividad, sino de todo dominicano con dos dedos o más de frente y con ojos para ver y velar por un mínimo de seguridad en el país.
Lamentamos que una escuela a la que asisten niños haitianos en Dajabón haya tenido que recurrir ayer a la Policía para darles protección ante lo que fue considerado amenazas para su seguridad como consecuencia de los hechos de Aminilla, donde como se sabe fueron ejecutados tres miembros de una familia, y un visitante o huésped, sorprendidos por la denunciada banda de dominicanos y haitianos.
Es la forma apropiada de actuar, con la debida prevención.
Es justo lo que deben hacer las comunidades cuando noten esa rara alianza de dominicanos y haitianos al margen de tareas productivas: llevar sus preocupaciones a las autoridades policiales o militares, según sea el caso.