Lecciones electorales

Lecciones electorales

Lecciones electorales

Nassef Perdomo Cordero, abogado.

Es una de las reglas de nuestra historia electoral: a los dominicanos nunca nos satisface el conteo de votos.

El que pierde no confía porque perdió, el que gana desconfía porque su ventaja no es la que esperaba.

Esto es cierto no solo respecto de los siempre vapuleados políticos, sino también del resto de nosotros en nuestra vida cotidiana. Pasa en universidades, en gremios profesionales, en juntas de vecinos, en asambleas empresariales. En fin, en todo.

Las razones de la desconfianza son identificables y justificables. Es cierto que a través de nuestra historia hemos acumulado muchas farsas electorales.

A pesar de ello, y como señalé hace pocas semanas, hemos ido avanzando y ya nuestros procesos no son socialmente traumáticos.

Aunque sorprenda a algunos, el proceso de primarias celebrado a principios de mes es una muestra de ello. Pese a que compitieron miles de candidatos, solo uno de ellos ha cuestionado seriamente la votación y el escrutinio, aunque no ha presentado las pruebas de sus alegatos. Sin embargo, en el mismo proceso se presentaron circunstancias que en otro momento de desarrollo político hubieran sido fuente de graves conflictos.

Por ejemplo, poca gente se ha percatado de que hubo 54 empates a nivel nacional. Es decir, situaciones en las que un solo voto hubiera podido decidir el destino de los precandidatos en un sentido u otro. Y sin embargo, la Junta Central Electoral fue capaz de solucionar todos esos casos sin un solo incidente que lamentar ni ser objeto de acusaciones destempladas.

Claro que hay mucho camino que recorrer. Por eso deben escucharse siempre las voces de quienes señalan aspectos del proceso que deben mejorar, sus observaciones son necesarias.

Eso sí, debe distinguírseles de quienes buscan desesperadamente cualquier clavo ardiente que les permita explicar una derrota que creían imposible o, por lo menos, desacreditar al árbitro.

En democracia hay que saber tres cosas: perder, ganar y que ninguna victoria (o derrota) es definitiva.

Conviene también recordar que los momentos de crisis pasan, pero todos continuamos en el mismo barco.

Es cierto, reitero, que muchas cosas deben cambiar y mejorar. Y estos retos deben ser tomados en serio porque de ellos depende en buena medida el futuro de la democracia dominicana. Pero, como suele suceder, ese trigo debe ser separado de la cizaña.



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