Lecciones de un intento homicida

Lecciones de un intento homicida

Lecciones de un intento homicida

En un libro de viva recordación –escribirlo fue una odisea, una acción temeraria- se afirma, en un momento crítico de la trama, que quien dispone que se sirva “el champán más fino y costoso a los presentes” es un señor de particular relevancia y de gran poder.

Así describe un observador las festivas circunstancias: “Creo que habían ordenado a Flor del Valle, la otra asistente, organizar la juerga. Presumo que fue el mismo don Pedro a través de doña Teresa, su esposa”.

“Brindaban por su casi segura victoria”, se nos dice. “Con gran complacencia y entusiasmo hacían tintinear las copas”. Este observador parece una persona de carácter. Le molesta cuanto ocurre y los actores. Por eso explica que “nada me hubiera gustado más que alejarme de esa repelente celebración”.

Es probable que en algún otro escenario y entre nosotros tuviera lugar un encuentro festivo similar al descrito tras anunciarse el “apresamiento” del “autor intelectual” del atentado contra el deportista David Ortiz. Si nos referimos a lo que piensa el común de la gente, la situación de seguro es radicalmente distinta.

Lo que sí es indudable es que este intento homicida nos ofrece una idea, con profusión de detalles, de los mayúsculos niveles de inseguridad que existen en la República Dominicana, de los alcances del crimen, la delincuencia, los vínculos y poder del narcotráfico y la indefensión del ciudadano. Desde recintos que se supone controlados y bajo autoridad oficial, se planifican y coordinan hechos monstruosos, asesinatos, secuestros, chantajes, robos millonarios, trasiego de toneladas de drogas. Se programan delitos de alta complejidad, se moviliza informadores, vigilantes, sicarios, vehículos, armas. Se ubica personas, se las ejecuta.

Esa es la lección aprendida y confirmada. No nos debe extrañar, pues, la situación de inseguridad, crimen y degradación que se enseñorea sobre la República Dominicana. Quien reflexiona sobre nuestra postración histórica, el raquitismo de nuestros ideales nacionales, nuestro fracaso como nación, puede, al constatar estos hechos, que nuestra historia no es más que el reciclaje de situaciones y escenarios grotescos con muy ligeras alteraciones.

¿No es como para sentirse amargado o frustrado? Nos referimos a prácticas históricas que en nada tienen que ver con el bienestar y la felicidad de nuestro pueblo, ni con un futuro digno y promisorio para nuestros hijos y mucho menos una entrada digna de la patria por las puertas grandes del futuro y la civilización.

Volvamos al libro mencionado. “Los convidados”, se nos dice, “comenzaron a discutir un tema que, en realidad, ya habían bosquejado sin llegar a nada en concreto: los pasos a dar. Alfonso, otro de los viejos dirigentes también llamados “notables”, tras la segunda copa dijo: aguardemos hasta la medianoche. A esa hora la situación se habrá aclarado. Se mantendrá bien tensa, eso sí”. “El personaje hizo una mueca, movió las manos como si sostuviera algo invisible y sentenció: un cristal a punto de quebrarse. Esperemos y confiemos que, en breve, quienes ustedes saben, nos llame. Y, claro, si lo hace, y lo hará, insinuarle que mañana será otro día y que la pólvora puede que otra vez se encienda y la sangre va a seguir corriendo…”

¿Acaso es de extrañar -me pregunto- el desinterés por instaurar un sistema de justicia similar al de muchos países civilizados donde el que delinque es castigado en la misma proporción que la gravedad de su delito? ¿Por qué, casi siempre, cuando se trata de gente de poder, las acciones judiciales son una mascarada de mal gusto, puro teatro? ¿Por qué nunca se ejecuta un real esfuerzo por crear mecanismos efectivos e inviolables para frenar la corrupción? ¿Por qué esta violación sistemática de la Constitución de la República no se criminaliza para frustrar cualquier tentación en ese sentido?

“Esos hombres” prosigue el texto, “que departían tan alegres en un ambiente amable y protegido, tomando champán y muy lejos del escenario de los disparos, de las confrontaciones y los gritos de los heridos, en su momento habían sido actores, partícipes, organizadores, inspiradores de situaciones en que la sangre ocupó siempre un lugar prominente…”.

El libro, publicado en el año 2015, es una novela sobre las prácticas del poder en la República Dominicana.



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