Agradezco al señor Raúl Abreu el envío del siguiente trabajo, atribuido a una profesora de un instituto público y que me parece muy oportuno ante la ola de deformaciones gramaticales que arropa a nuestro país:
Tengo 48 años y he tenido la suerte de estudiar bajo unos planes educativos buenos, donde primaban el esfuerzo y la formación de los alumnos por encima de las estadísticas de aprobados y de la propaganda política. Empecé a estudiar con una cartilla que todavía recuerdo perfectamente: la A de araña, la E de elefante, la I de iglesia, la O de ojo y la U de uña. Luego, cuando eras un poco más mayor, llegaba un librito con un montón de lecturas, y más adelante estudiábamos Lengua Española, Matemáticas, Ciencias Naturales, Ciencias Sociales, Dibujo, Artes Manuales y Educación Física. Si en un examen tenías una falta de ortografía del tipo de b en vez de v o cinco faltas de acentos, te suspendían. En el bachillerato, aunque yo era de Ciencias, estudié Historia, y Literatura. Leí El Quijote, El lazarillo de Tormes, Coplas a la muerte de mi madre, de Jorge Manrique, a Garcilaso, a Góngora, a Lope de Vega y a Espronceda… Pero sobre todo, aprendí a hablar y a escribir con corrección. Aprendí a amar nuestra lengua, nuestra historia y nuestra cultura. Aprendí que se dice Presidente y no Presidenta, aunque sea una mujer la que desempeñe el cargo. Y… vamos con la gramática. En castellano existen los participios activos como derivado de los tiempos verbales. El participio activo del verbo atacar es atacante; el de salir es saliente; el de cantar es cantante, y el de existir, existente. ¿Cuál es el del verbo ser? Es el ente, que significa el que tiene entidad, en definitiva el que es. Por ello, cuando queremos nombrar a la persona que denota capacidad de ejercer la acción que expresa el verbo, se añade a este la terminación -nte. Así, al que preside, se le llama presidente y nunca presidenta, independientemente del género (masculino o femenino) del que realiza la acción. De manera análoga, se dice capilla ardiente, no ardienta; se dice estudiante, no estudianta; se dice independiente y no independienta; paciente, no pacienta; dirigente, no dirigenta; residente, no residenta. Y ahora, la pregunta del millón: nuestros políticos y muchos periodistas (hombres y mujeres, que los hombres que ejercen el periodismo no son periodistos), ¿hacen mal uso de la lengua por motivos ideológicos o por ignorancia de la gramática de la Lengua Española? Creo que por las dos razones. Es más, creo que la ignorancia les lleva a aplicar patrones ideológicos y la misma aplicación automática de esos patrones ideológicos los hace más ignorantes (a ellos y a sus seguidores). Lamento haber aguado la fiesta a un grupo de hombres que se habían asociado en defensa del género y que habían firmado un manifiesto. Algunos de los firmantes eran: el dentisto, el poeto, el sindicalisto, el pediatro, el pianisto, el golfisto, el arreglisto, el funambulisto, el proyectisto, el turisto, el contratisto, el paisajisto, el taxisto, el artisto, el periodisto, el violinisto, el taxidermisto, el telefonisto, el masajisto, el gasisto, el trompetisto, el violinisto, el maquinisto, el electricisto, el oculisto, el policío del esquino y, sobre todo, ¡el machisto!.