Lastimar, perdonar y amar

Lastimar, perdonar y amar

Lastimar, perdonar y amar

“Cuando nos lastiman es difícil perdonar, incluso las cosas más pequeñas, sino eres capaz de dejar pasar esos momentos, no comprenderás que el resentimiento no significa nada en comparación al amor que tienes en frente de ti”.

Así, tal cual, escuché estas palabras en una serie de televisión. Parecen lógicas, reales e indiscutibles, pero creo que encierran un tras bastidores muy importante.

Lastimar. Sin querer muchas veces hacemos daño a quien nos rodea. Otras nos dejamos llevar por la ira del momento y, de nuevo, lastimamos.

El gran problema es cuando eso se vuelve rutina, cuando entramos en un círculo en el que deja de ser algo puntual y se convierte en recurrente.

No es nada grave, profundo, pero lastima. Perdonar. La otra moneda. Te lastiman, pero perdonas. Justificas porque realmente esa persona no lo hace por maldad o por hacerte daño. Pero, al final, lo hace. ¿Entonces?

Amar. Y aquí entramos todos. Si amas, no lastimas. Si te lastiman y amas, eres capaz de perdonar de verdad pero, ante todo, de transmitir que te ha dolido y que no vas a perdonar si se repite.

Pero si no se habla y se soluciona, el resentimiento llega, y ahí es que nada tiene vuelta atrás.

Es capaz de alojarse tan profundamente en el corazón que sacarlo es muy difícil. Y cuando se piensa o se actúa con resentimiento el amor empieza a debilitarse, a desaparecer y todo se acaba derrumbando tarde o temprano.

Por eso la ecuación perfecta es intentar no lastimar, sí perdonar (con límites, claro) y sobre todo amar, hacerlo bajo el respeto, la comunicación y la igualdad. Dejar el resentimiento que destroza hasta el alma y entender que el amor es capaz de perdonar pero, sobre todo, de no lastimar.



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