Aunque en el boxeo no se permita combatir a pesos plumas y pesados en el mismo cuadrilátero, las pandemias, sin embargo, no hacen distinción entre países. Contrario a lo que podría esperarse, son los pequeños los que se van manejando mejor.
Treinta de los 40 países más seguros en la gestión del COVID-19, según el Grupo del Conocimiento Profundo (https://www.dkv.global/covid), tienen menos de 25 millones de habitantes. De esos 30, 27 tienen menos de 12 millones. Es claro que mientras menor sea la población, más efectiva será la capacidad de las autoridades para contener el contagio.
Entre los 10 principales están Israel, Nueva Zelanda, Taiwán, Singapur y Hong Kong, que aprendieron con provecho las lecciones del SARS del 2003 y el MERS del 2012. Justo reconocimiento recibe también Qatar, país que realiza 20 mil pruebas por millón de habitantes, frente a las 17,500 de Hong Kong, las 16,000 de Singapur o las 13,900 en los EEUU.
El ritmo diario de pruebas es 3,445 en este país de 2.7 millones de habitantes. De los 7,764 contagiados, 750 se han curado y apenas 10 han fallecido.
Esto no debe sorprendernos, pues Qatar optó desde hace décadas por invertir masivamente en servicios sociales de educación, salud, saneamiento y transporte que aseguren la igualdad de oportunidades para todos, a diferencia de otros casos mas cercanos, cuya riqueza natural terminó por acentuar en vez de reducir las brechas sociales que son hoy cada vez mayores.
Qatar cuenta así con un sistema de salud pública de clase mundial, capacitado para lidiar con enfermedades transmisibles, y con todas las demás que aquejan a su población. Pobres y ricos, civiles y militares, nacionales y extranjeros tienen todos igual derecho al tratamiento en recintos mejores que los de Europa o Norteamérica.
A los pocos días de haber detectado los primeros casos de contagio, se adoptaron estrictos procedimientos de cuarentena, de higiene, rastreo y pruebas a los relacionados. El aislamiento social fue acompañado de un generoso apoyo a la industria, el comercio y las finanzas, liberalizando temporalmente las importaciones de alimentos, medicinas y Aproductos para hospitales.
La crisis ha acelerado la diversificación de la economía qatarí. Si la visión “Qatar 2030” la comprometía a diversificar su economía para depender de los hidrocarburos tan solo en 5% del PIB en el 2030, por el COVID-19 ese objetivo tendrá que alcanzarse con varios años de antelación, visto el desplome de los precios de estos recursos en los mercados internacionales.
En el difícil vecindario que representa el Golfo Pérsico, con vecinos que todavía pretenden vulnerar su soberanía, Qatar ejecuta una política exterior constructiva, siempre presente donde hay una paz que mediar o refugiados que acomodar.
La pandemia del COVID-19 le ha permitido consolidar su cohesión como nación, demostrar su resiliencia y reiterar su generosidad, manteniendo activa su aerolínea Qatar Airways, transportando pasajeros varados y cargamentos de ayuda humanitaria. El tamaño de Qatar le permite gestionar mejor sus desafíos. Pero no por ello le impide actuar en el mundo como un verdadero peso pesado.