Las siete vidas de Lula
Sao Paulo.- Lula fue hijo de la miseria campesina, un metalúrgico aguerrido, líder sindical y el primer presidente obrero de Brasil.
Fue ministro por algunas horas y presidiario 580 días. Ahora, a sus 76 años, se alza como favorito para vencer las elecciones frente a Jair Bolsonaro.
Considerado a sí mismo como una “metamorfosis ambulante”, Luiz Inácio Lula da Silva nació en el paupérrimo nordeste de Brasil en un día que ni él mismo sabe, meses después de que su padre, Arístides da Silva, un campesino analfabeto y violento, huyera del empobrecido nordeste junto a una prima de su mujer.

Años después, su madre, Dona Lindú, partió junto a su prole y, tras viajar trece días en la caja de un camión, se instaló en Santos, a pocos metros de distancia de donde su marido había formado una nueva familia.
Lula aprendió a sobrevivir en la calle como vendedor y limpiabotas, hasta que, de adolescente, se formó como tornero mecánico en Sao Paulo, convirtiéndose así en el primer hijo de Dona Lindú en tener una profesión, un sueldo mínimo y una casa.
Fue en las fábricas donde Lula se adentró en el movimiento sindical, llegando a presidir la más importante central obrera del país, y despuntó como un hábil y pragmático estratega de verbo demoledor.
El sindicalismo fue el trampolín de su carrera hacia la Presidencia. En los años 80 fundó el Partido de los Trabajadores (PT), una fuerza de origen troskista que acabó convirtiéndose en una formación de centroizquierda que se alió a los conservadores, y que cuatro décadas después continúa liderando en solitario.
Tras varias derrotas electorales, Lula llegó a pensar en desistir de la política, pero fue disuadido por el entonces presidente cubano Fidel Castro- “Usted no tiene derecho de hacerle eso a la clase trabajadora”, le dijo.

Lula siguió el consejo del comandante y en 2002, en su cuarto intento consecutivo, se convirtió en el primer presidente obrero de Brasil.
Al llegar al poder, el temido izquierdista mostró su otra cara- la del “Lulinha paz y amor».
Bajó el puño que pregonaba “revolución”, se enfundó en trajes elegantes y, con su versión más moderada, consiguió ganarse la confianza del mercado y de la banca.
Dirigió una economía boyante beneficiada por el boom de las materias primas y sacó de la pobreza a 28 millones de personas, una gesta por la que fue reconocido internacionalmente.
Pero su enorme popularidad, que llegaba al 87 % en enero de 2011, cuando concluyó su segundo mandato, se vio empañada por la corrupción.
Consiguió sobrevivir políticamente al escándalo del “Mensalão”, una red de sobornos a parlamentarios que descabezó la cúpula del PT, pero una década después sufrió un gran desgaste por otra investigación anticorrupción, la “Lava Jato”, un caso por el que fue a prisión, aunque sus condenas fueron anuladas años después.
“Si quisieron matar a la serpiente tenían que golpearle en la cabeza, pero le golpearon en el rabo y la serpiente está más viva que nunca”, afirmó Lula en 2016, en una mediática rueda de prensa tras ser sacado de su casa por la Policía y conducido a declarar en una comisaría.
Lula sumó varias condenas por corrupción y se asomó al abismo político tras ser impedido de disputar las elecciones de 2018, las cuales concluyeron con la victoria de Bolsonaro, al que enfrentará por primera vez en las urnas.
