Hay dos razones fundamentales por las que que el Partido Revolucionario Moderno (PRM) ha sido incapaz de terminar de contar los votos de una convención celebrada hace casi dos semanas .
La primera es que no contó con la tecnología necesaria para mostrarse coherente con sus críticas a la modernización del escrutinio durante las elecciones pasadas.
La segunda, que los jefes de campaña de Luis Abinader e Hipólito Mejía están haciendo uso de muchas “artes no electorales” para ver si salen los más votados entre los aspirantes a vicepresidentes nacionales.
Jorge Fulcar y César Cedeño entienden que ser el más votado es un mensaje sobre las preferencias internas de Abinader e Hipólito.
Pero a los dos se les ha metido una piedra en el zapato que está al margen de esa disputa, pero que sí también envía un mensaje sobre el agotamiento del antiguo modelo de hacer campaña sobre la base de amarres y líneas bajadas.
Esa piedra en el zapato ha resultado ser Faride Raful, una candidata de estos tiempos y que ha logrado gran empatía con los votantes jóvenes.
Resulta que al candidato a vicepresidente nacional más votado le corresponde de manera automática la presidencia en funciones del partido, posición que antes se señalaba por el dedo o las reparticiones grupales.
Se han registrado múltiples casos de llenado de actas en “capilla cerrada”, de alteración de resultados, retención de actas, eliminación de votos y actas.
En fin, el rosario es largo, pero todavía se quiere lavar la ropa adentro.
Esta vez votaron unas 200 mil personas y no se ha podido contar. El PRM reprobó en esto.