La práctica del Vegan (pronunciado v-y-gan) no es más que lo que conocemos por vegetariano, en su expresión más pura. No tan solo quienes practican este hábito alimenticio rechazan las comidas provenientes del reino animal, sino que incluyen los derivados de los mismos.
Tal es el caso de los lácteos, sustituidos por leche de almendra o coco, hamburguesas en base a soya y otros productos del huerto, y muchos otros sustitutos, incluyendo legumbres, granos y otra fuentes agrícolas.
El Vegan adopta este hábito por varios motivos entre los cuales se destacan dos razones esenciales.
El primero es la convicción de que con este tipo de alimentos procura una estado da salud mejorado.
El segundo, es la convicción de que la destrucción del reino animal contribuye a la destrucción del hábitat global. Sin dudas, hay otras razones, pero podemos decir que estas serían las principales.
Esta práctica alimenticia abre un sin número de oportunidades para la agricultura dominicana, así como para las capacidades de emprendimiento e innovación.
A nivel global, la practica Vegan, que se le atribuye su propagación al inglés Donald Watson, tiene sus orígenes en oriente, y está creciendo notablemente en este lado del mundo.
En Estados Unidos de Norteamérica, hace apenas tres años la población Vegan era de apenas un 1% y ya hoy en día alcanza un 6%.
Este aumento ha motivado el surgimiento de industrias capaces de proveer productos con sabores y texturas similares a la carne, leche y quesos, entre otros.
El país puede aprovechar las oportunidades que proveen este nuevo fenómeno e propagación de los hábitos Vegan de varias maneras. La primera seria la socorrida práctica de conceder incentivos, sobre todo fiscales, para propagar la producción de este tipo de alimentos.
Otra, y mucho más favorable, es dejar que la mano invisible de los mercado motive a nuestros empresarios, solos o en conjugación con socios internacionales, aprovechar las excelentes posibilidades que están presentado este movimiento en pro de una alimentación vegetariana.