Es sabido que la mentira forma parte de las estrategias recurrentes de organismos internacionales para imponer sus políticas, especialmente frente a países que no son potencias.
La propia República Dominicana ha sido víctima en el pasado de la política de la mentira. En 1965 se usó esa estrategia para justificar la intervención militar norteamericana y que luego se disfrazó como “Fuerza Interamericana de Paz”.
La misma ONU, a través de uno de sus órganos (la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos) ha sido reiterativa en el uso de la mentira contra República Dominicana en su intento de que este país asuma como propios problemas que son de otros.
Por ejemplo, insiste en afirmar que los hijos de haitianos residentes ilegales en República Dominicana a los que no se les ha concedido la nacionalidad dominicana son apátridas.
Esa Comisión, llena de expertos, sabe que miente de manera descarada.
La condición de apatridia no es una opción que se ejerce unilateralmente ni tampoco es un estatus migratorio.
Alguien es apátrida cuando por cualquier circunstancia carece de al menos una nacionalidad.
La misma estructura de la denuncia lo desnuda cuando hablan de “apatridia de hijos de haitianos nacidos en territorio dominicano”. Si es hijo de haitianos no puede ser apátrida porque tiene garantizada la de sus padres. No puede declararse como tal por el simple hecho de preferir una nacionalidad distinta aunque legalmente no le corresponda.
Para que se entienda con más claridad, en igual situación se encuentran los hijos de dominicanos.
Ningún hijo de dominicano podrá proclamarse apátrida porque siempre tiene la opción de la nacionalidad dominicana heredada de su padre o madre.
Resulta sospechoso que un organismo lleno de “técnicos” persista en repetir esa mentira como si se tratara de la parte visible de un libreto cuyas escenas finales desconocemos.