El desperdicio de unos es comida para otros. Una mujer muestra unos panes recién encontrados en un camión de basura.
La lucha por la supervivencia ha llenado por completo los días de Sandra Maria de Freitas.
A sus 57 años y con dolorosos callos en los pies, fruto de décadas de intenso trabajo como lavandera, va en busca de alimentos desechados en camiones de basura por los supermercados de un barrio de lujo de Fortaleza, capital del estado de Ceará, Brasil.
Ella y otras familias enfrentan el calor de más de 30 °C y el riesgo de encontrar alimentos contaminados, como otros casos que recientemente fueron noticia en todo el país.
Se despierta a las 4 de la mañana y va con su carretilla a esperar el camión de la basura. A veces llega en la madrugada, otras alrededor del mediodía. No hay horario fijo.
«Puedes encontrar plátanos, zanahorias, bayas ligeramente trituradas que los ricos tiran. Es muy triste tener que buscarlas en la basura, pero es la solución que me queda», dice.
La última cuota del beneficio que el Gobierno Federal estableció durante la pandemia se pagó en octubre, y ahora espera angustiada el programa que lo reemplazará.
«No puedo trabajar como antes. No tengo a nadie que me cuide. Lo que ha aliviado la situación son unas canastas de comida que algunas personas donan».
Sandra vive en una casa de una sola habitación compartida con un hombre con discapacidad. A menudo le cortan el agua, la luz y el gas.
«A veces, cuando encontramos carne, tenemos que cocinar con alcohol, (a riesgo) de quemarnos», comenta.
Su sueño es comprar un carrito de perros calientes para trabajar frente a su casa. «De esa manera, no tendría que caminar tan lejos, dando un alivio a mis pies. La gente vendría y compraría. Mi dignidad sería mi mejor regalo».
Extrema pobreza y desempleo
El aumento de la pobreza y los precios de la comida son un desafío para muchos. Según el Ministerio de Ciudadanía, Ceará tiene 5,1 millones de personas que viven entre la pobreza y la pobreza extrema.
En todo Brasil, 19 millones sufren algún grado de inseguridad alimentaria, según cálculos en 2020 de la Red Brasileña de Investigación sobre Soberanía y Seguridad Alimentaria y Nutricional.
El desempleo y la pandemia han agravado el problema. María de Lourdes da Silva, de 43 años, forma parte de más de 14 millones de brasileños sin trabajo, según datos del Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE).
La ayuda del gobierno ha sido insuficiente para cubrir sus gastos. Sin poder pagar el alquiler, vive en la casa de unos conocidos con su marido y su hija y, además del hambre, vive con el miedo al desalojo.
«Lo peor del mundo es depender de los demás. Para sobrevivir, apelo al reciclaje y, siempre que puedo, estoy de guardia esperando que pase el camión de la basura en busca de comida «, detalla.
«Cuando el camión pasa temprano, puedes comprar cosas buenas, mortadela, pan, salchichas y malta. Cuando no pasa, no tienes muchas opciones», se lamenta.
Enfermedades
María de Lourdes es además diabética y tiene también una infección ocular producto de usar un maquillaje que encontró en la basura. «Necesitamos ayuda y trabajo, no hay falta de disposición. No quiero vivir en el lujo. Solo necesito una oportunidad «, afirma.
Por su parte, Anice Monteiro, de 64 años, dice que sus problemas cardíacos le han dificultado la batalla por la vida. En septiembre, cuando recogía verduras del camión de basura sintió fuertes dolores de pecho.
«Casi me desmayo, salí de aquí en la ambulancia y pasé unos días hospitalizada después de un cateterismo. Ahora tengo que comprar muchos medicamentos mientras me falta lo básico para comer», detalla.
Menos de un mes después de su hospitalización, Anice estaba de regreso en el mismo lugar donde se enfermó.
«Vine a buscar donantes de alimentos. Aquí, mucha gente rica pasa en autos de lujo. Ni siquiera parece que estemos en la misma ciudad. Confiar en la compasión de los demás es una esperanza porque no estoy en condiciones de trabajar ahora, mucho menos con este sol».
Asistencia voluntaria y gubernamental
Pero hay personas al otro extremo del espectro económico que son conscientes de la situación, como la farmacéutica y maestra Renata Euletério que intenta ayudar a estas familias con canastas de alimentos, orientación y apoyo.
Su motivación vino tras ver un video que se volvió viral en octubre que mostraba a personas sacando comida de un camión de basura en Fortaleza.
«La gente de Fortaleza y otras ciudades comenzaron a movilizarse. Empecé a animar al grupo de mi familia y amplié la red de voluntarios», explica.
El objetivo principal, dice Renata, es recopilar datos de las familias en situación de inseguridad alimentaria para guiarlas hacia las políticas públicas disponibles en Fortaleza.
«Queremos realizar un registro para intentar ayudarles en su búsqueda de empleo, saber si están vacunados contra el covid-19 y orientarles en relación con agencias de protección. Hasta el momento hemos entregado canastas de alimentos a 13 familias, estamos tratando de entender la demanda de cada una de ellas para que tengan autonomía en relación a los programas que ya existen en la ciudad, como asistencia, atención médica, etc.».
En un comunicado, el Ayuntamiento de Fortaleza afirmó que las familias de las personas que aparecen en el video viral del camión de basura estarán acompañadas por la Secretaría de Derechos Humanos y Desarrollo Social, que dice que realiza frecuentes visitas a puntos de la capital de Ceará con agua y refrigerios.
El gobierno municipal también asegura que ha puesto en marcha otras acciones dirigidas a la población vulnerable, como una búsqueda activa que realizó 6.000 contactos para identificar a este público y dirigirlo a los servicios sociales, además de la distribución de 300.000 canastas de alimentos básicos y la oferta de 100.000 comidas por mes.
El gobierno de Ceará, a su vez, dice que entre abril y mayo se distribuyeron 255.000 cupones para pagar el gas a familias vulnerables en municipios de ese estado.