La gente no es tonta y sabe que hay encuestas a la carta, unas que siempre aciertan al final de los procesos electorales, otras que siempre se equivocan a favor de un mismo candidato al que casualmente le trabajan por debajo.
De ahí el descrédito de este instrumento y la valía entonces ha pasado a cargo del auspiciador.
Es decir, cuando se identifica con claridad quien la manda a hacer y si quien la paga merece respeto a la población. Incluso, encuestas con muchos años de buena reputación pasan a ser cuestionadas cuando cambian de auspiciadores.
El descrédito se acrecienta cuando entre una y otras hay notables diferencias a pesar de que las anunciadas muestras son en periodos similares, sin que hayan ocurrido procesos importantes entre una y otra.
Quejas según color
La discrepancia y la falta de credibilidad de las encuestas hace que cada grupo político que se siente perjudicado salga a bombardearla y los beneficiarios a difundir sus resultados con gran entusiasmo.
Ha ocurrido tal cual con las dos últimas encuesta: la Gallup para el grupo RCC Media y la ASISA que sale sin auspiciadores públicos.
Las firmas encuestadoras no tienen certificación de calidad, sólo el registro legal ante la Junta Central Electoral, que no tiene que ver con lo que hacen.
