El proceso electoral de Estados Unidos ha captado tanto la atención en República Dominicana que a veces parece tratarse de un certamen nacional.
Este interés refleja, en parte, la influencia cultural y económica que ese país tiene en la región, especialmente en República Dominicana, donde las decisiones tomadas en Washington afectan directamente aspectos tan diversos como la economía, la política migratoria en doble dirección y la seguridad.
A medida que avanza la contienda no puede pasarse por alto el marcado sectarismo que ha caracterizado esta campaña, una en la cual se han utilizado tácticas poco éticas, como la desinformación y las campañas sucias dirigidas contra los candidatos de uno y otro partido.
Esta polarización y el uso de recursos propagandísticos “no santos” han convertido el proceso en un espectáculo lleno de ataques personales, exageraciones y manipulaciones de la verdad, lo cual solo ha fomentado la desconfianza en el electorado y ha socavado el debate de ideas que debería ser el centro de toda elección democrática.
Para República Dominicana, más allá del espectáculo y las simpatías que algunospuedan albergar hacia uno u otro candidato, lo fundamental es que el próximo presidente de los Estados Unidos valore y fortalezca los lazos de amistad entre ambos países, basados en el respeto mutuo y el entendimiento.
Además, es crucial que quien resulte ganador no intente imponer una agenda lesiva para los intereses dominicanos o que se aleje de los valores y la idiosincrasia de nuestro pueblo.
La relación entre República Dominicana y Estados Unidos debe estar cimentada en el respeto a la soberanía nacional y en la cooperación en áreas de interés mutuo, como el desarrollo económico, la seguridad y la lucha contra el crimen organizado.
Que la pasión que despierta esta elección sea, al final, una oportunidad para recordar y fortalecer los lazos de hermandad y colaboración que han unido históricamente a nuestros países.