Las decepciones de la Justicia

Las decepciones de la Justicia

Las decepciones de la Justicia

Si nos atenemos a las opiniones que generan en cada caso, las decisiones del sistema de justicia lo condenan a ser una eterna fuente de decepciones.

Diríamos, sin embargo, que esto es inevitable, dado que en la inmensa mayoría de las ocasiones, la parte perdedora en el proceso queda disconfome y, aunque no siempre resulte obvio, la gananciosa tampoco obtiene casi nunca todo lo que quiere.

Por ello, y parafraseando a Churchill, podemos decir que el sistema judicial es el peor de los medios para resolver conflictos graves, con excepción de todos los demás.

Con la posible salvedad de que en una parte de los casos penales, la causa efectiva de los procesos judiciales suele ser la falta de voluntad de los involucrados para llegar a un acuerdo que permita a cada uno preservar los intereses o bienes jurídicos en conflicto.

La causa no siempre es económica, en los tribunales se dirimen conflictos cuya solución tiene valor moral, ético, emocional o social para las partes envueltas.

Cuando esos casos llegan a los tribunales es muy difícil que la solución judicial satisfaga plenamente a nadie.

Y es que el Derecho es una herramienta limitada y hasta algo torpe para lidiar con los conflictos humanos, tan complejos como las personas mismas.

A esta infinita y desigual variedad el Derecho debe brindarle soluciones aplicables en todos los casos de igual manera, con el juez como guardián de que la aplicación de la ley no sea mecánica, sino que tome en cuenta los hechos del caso.

De ahí que, con frecuencia, las personas no entiendan el porqué de los resultados del razonamiento jurídico. La dificultad deriva de que los jueces deben equilibrar la justicia de su actuar con el mandato de que la solución de los casos sea compatible con la universalidad de la ley.

Esto también ilustra lo difícil que resulta para los sistemas judiciales pretender ganarse la confianza de los ciudadanos de acuerdo al análisis de cada caso en particular.

La confianza en los tribunales no viene de ahí.

Surge del efecto social del conjunto de sus decisiones. Nace cuando la labor de los tribunales permite que los ciudadanos sepan a qué atenerse en su relación con la ley, con el Estado y entre ellos mismos.

Por ello, no les sirve de nada dictar sentencias ejemplares que quedarán en eso, en el ejemplo.

La confianza se recuperará cuando los tribunales demuestren que, no obstante brindar soluciones imperfectas, lo hacen con las mismas reglas para lo pequeño y para lo grande.



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