Admito que siempre he llevado muy mal las críticas. Eso de no tomarse las cosas de forma personal es algo que todavía trato de entender.
Si una persona critica a otra persona, ¿cómo deja eso de ser algo personal? Pero los que saben más que yo dicen que es muy sano hacerlo. Sigo trabajando en eso.
Pero lo que sí les puedo decir es que, con el tiempo, la edad y experiencia he aprendido varias lecciones importantes. Primero, uno decide a quién quitarle el poder de que sus palabras o acciones le afecten. Hay personas cuyos criterios simplemente son innecesarios y no aportan nada.
Las críticas siempre logran una reacción. Y en la mayoría de los casos te vuelven más sabio, más precavido y hasta más autocrítico.
Creo que el secreto no es cómo te las tomas sino lo que haces con ellas a partir de que llegan. Y eso sí que es una experiencia enriquecedora porque cualquier cosa que te remueva, que te haga saltar, o te ponga a pensar acaba siendo positiva si logras dejar el ruido por el camino y quedarte con lo que te aporte.
Es cierto que existen críticas de las que nada o poco puedes sacar, pero están aquellas, que después de respirar y contar hasta 10, te das cuenta que en algo pueden tener razón, que no eres perfecto, que tu verdad no es absoluta y que es momento de aprender, mejorar y seguir hacia delante.
Y las críticas positivas, esas que llegan con un consejo de cómo mejorar son las mejores, y aunque no las pidas sí aportan de alguna manera y eso siempre hay que agradecerlo. Yo me lo tomo todo muy personal, lo admito, es parte de la pasión por la vida. Ahora, aprendizajes que llegan, me los quedo.