Paradójicamente otra de las causas de permanencia de la pobreza es el propio “combate” a la pobreza, basado en paliativos que solo atinan a allanar el camino hacia una mayor concentración de la riqueza ya que lo que se quiere lograr con el asistencialismo es el ocultamiento del origen de la pobreza, producto de las fallas estructurales del modelo económico imperante.
El abandono de las prácticas asistencialistas y la implementación de programas de integración de la población en estado de pobreza a los sistemas productivos, así como el reforzamiento del apoyo a los grupos de productores cooperativistas rurales y a las microempresas, traerían resultados más consistentes y sostenibles.
Los programas de transferencia condicionada de ingresos (PTC) que se implementan en casi toda la región latinoamericana (La Bolsa familia en Brasil, la Asignación Universal por hijo en Argentina, el Ingreso Ético Familiar en Chile etc.) han sido poco impactantes en la reducción de la pobreza general. En términos generales, la cobertura total de estos programas asistencialistas, no cubren ni el 50% de la población en condiciones de pobreza, al tiempo que perpetúan la dependencia de las personas a la dádiva en lugar de contribuir a su capacitación para la construcción de medios de subsistencia propios.
Un aumento en el nivel de ingreso familiar no necesariamente significa una disminución de la pobreza, tomando en cuenta la perdida del poder adquisitivo de los sueldos y salarios. Igualmente que una disminución de la pobreza no implica directamente una reducción de la desigualdad social ya que para que esto suceda es necesario otro tipo de políticas económicas que incidan directamente sobre la relación capital-trabajo, obligando a equilibrar la participación de ambas variables en el ingreso o renta nacional.
Tampoco el crecimiento económico es una garantía para la disminución de la pobreza. En el capitalismo neoliberal no se ha producido el tan esperado “derrame” del bienestar puesto que ese modelo está fundamentado en el predominio del capital sobre el trabajo, así como en relaciones sociales de producción que cada vez generan mayores niveles de desigualdad social como consecuencia de la gran concentración del ingreso que se produce.
La “batalla” que se libra contra la pobreza a través de las cifras estadísticas, se pierde desde el momento en que observamos la realidad social de nuestros pueblos. Aquí en nuestro país, para poner un ejemplo cercano, el Ministerio de Economía acaba de publicar un informe sobre el estado de la pobreza, en el cual se establece que el nivel general de pobreza disminuyó desde marzo del 2013 en un 6.3%, pues pasa de un 41.8% en 2013 a un 35.5% a septiembre del 2014. Algunos analistas económicos han puesto en duda estas cifras (ver Pavel Isa, El Caribe 2015) inclusive el propio Banco Mundial recientemente ofreció datos que difieren radicalmente de las cifras oficiales del gobierno dominicano.
Las políticas neoliberales aplicadas a nivel global han inclinado la balanza de la riqueza producida a favor del capital y ha sumergido los ingresos del trabajo a un letargo que asfixia a los trabajadores y a las demás clases que obtienen ingresos a partir del trabajo. Prueba de ello es que en aquellas economías de Sur América donde se han estado aplicando políticas de desmonte del neoliberalismo, es donde más se ha logrado reducir el nivel de miseria de la región (caso Venezuela, Bolivia y Ecuador).
Esta relación causal: capitalismo neoliberal-desigualdad social-pobreza, subyace como causa principal de la permanencia y de la continua generación de miseria general en el planeta.
En esta etapa de crisis estructural del capitalismo, el camino hacia la reducción y final erradicación de la pobreza, tendrá que estar “empedrado” de políticas económicas y sociales que nos acerquen a un verdadero desarrollo social, incluyente y sostenible, fundamentadas en el objetivo general de colocar al ser humano como centro de esas políticas. Llego la etapa de revertir la desigualdad social que genera el que unos pocos tengan casi todo contra el resto de la población que recibe muy poco. Este año según OXFAM, el 1% más rico detentará el 50% de la riqueza creada y esto constituye una verdadera desgracia.
Un nuevo modelo económico, social y político habrá de surgir de las entrañas de este, en donde los pueblos unidos como verdaderos hermanos, practicaran la solidaridad, la cooperación, la convivencia pacífica, la armonía con el medioambiente y el respeto a las soberanías nacionales.
Solo en un mundo más justo y menos desigual, se podrá combatir la pobreza en todas sus formas. Solo con gobernantes auténticos y dispuestos a usar el poder político para derrocar las estructuras anquilosantes del capitalismo salvaje, podrán nuestros pueblos dejar como cosas del pasado, las cadenas que nos atan a la pobreza estructural.