
Esta mañana, miles de dominicanos se sobresaltaron al recibir en sus celulares un mensaje titulado “Alerta Presidencial”. El aviso, transmitido por la red móvil de Claro y enviado únicamente a dispositivos Android en el Gran Santo Domingo, Santiago y San Juan de la Maguana, informaba que se trataba de una prueba técnica. No requería respuesta, pero el impacto fue inmediato: sorpresa, confusión y hasta temor en parte de la población.
En países como Estados Unidos, Japón, México o Chile, este tipo de alertas existen desde hace años. Allí nadie se alarma porque la población está entrenada y sabe exactamente cómo reaccionar: dónde evacuar, cuáles son los puntos de encuentro y qué medidas tomar. La ciudadanía confía en el sistema porque se ha educado en su uso. Esa es la diferencia entre planificar y simplemente improvisar. Allá, la alerta guía; aquí, la alerta asusta.
Debo reconocer que la iniciativa es positiva. Desde el Centro de Estudios de Seguridad y Defensa, ya en 2013, cuando trabajamos el proyecto Tsunami Ready, insistimos en que el país necesitaba un sistema de alerta masiva. Un minuto de anticipación puede salvar cientos de vidas. De hecho, durante la última alerta tras el sismo ocurrido un sábado en la noche, quedó más que claro lo que todos sabemos: la República Dominicana no está preparada y le urgía un sistema alerta general.
El problema es que seguimos confundiendo tecnología con estrategia. No se avisó previamente a la población. No se ha educado a la ciudadanía sobre cómo reaccionar. No existen rutas de evacuación claras ni puntos de encuentro señalizados por el Estado. El resultado fue predecible: la prueba se transformó en un sobresalto colectivo más que en un ejercicio de prevención.
En gestión de riesgos, la improvisación es el peor de los caminos. Y, lamentablemente, ya estamos acostumbrados a que muchos de nuestros ejercicios de seguridad nazcan improvisados y mueran improvisados. El peligro es que con cada ensayo fallido se erosiona la confianza ciudadana y, sin confianza, ningún sistema de alerta funciona. Peor aún, se debilita la legitimidad del propio Estado, que queda atrapado entre la buena intención y la mala ejecución.
Porque, seamos claros: de nada sirve activar una alarma si la gente no sabe hacia dónde correr. Prevenir es educar. Un sistema de alerta verdaderamente eficaz no es solo un mensaje en la pantalla. Requiere campañas permanentes de educación ciudadana; señalización visible de rutas de evacuación en ciudades y comunidades, tanto verticales como horizontales; puntos de encuentro identificados y comunicados con anticipación; simulacros planificados y anunciados que enseñen a la gente a reaccionar; y coordinación interinstitucional efectiva entre COE, 911, Policía, bomberos y autoridades locales.
Sin estos pasos previos, cada “prueba técnica” será un susto más, en lugar de un verdadero avance en prevención. Y la prevención no es un lujo: es una obligación del Estado.
Aplaudamos la intención, pero pongamos las cosas en orden. Las alertas no deben sorprender, deben orientar. Para lograrlo, no podemos seguir apostando a la improvisación. La República Dominicana necesita planificación estratégica en los sistemas de seguridad ciudadana y gestión de riesgos. Eso es lo que construye confianza, y la confianza, en temas de vida o muerte, es la única garantía que salva.
La autora es experta en seguridad y defensa, mención política estratégica.
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Josefina Reynoso
La Dra. Josefina Reynoso Chicón es experta en seguridad y defensa, mención política Estratégica y directora del Centro de Estudios de Seguridad y Defensa (CESEDE).