El mercado callejero de Pétion-Ville, principal zona comercial de Puerto Príncipe, luce abarrotado este sábado, a pesar de las constantes recomendaciones de las autoridades de mantener distanciamiento social para evitar la propagación del coronavirus, que todavía es incipiente en el país.

Como en un día cualquiera, centenares de personas, en su gran mayoría a cara descubierta, se arremolinan frente a los puestos de venta de verduras, frutas, carne o ropa, que exponen su mercancía en cestas o dispuestas en telas tendidas en el suelo.

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El trasiego de personas hacia el mercado es constante. Llegan y parten en los «tap tap», pequeños autobuses en los que caben de ocho a diez pasajeros sentados hombro con hombro, o en las moto-taxis que se aglomeran en ambos extremos del mercado.

Fotografía: EFE.

Han pasado cinco semanas desde que Haití anunció el cierre de aeropuertos y fronteras para luchar contra la propagación de la pandemia y, a pesar de las conferencias, los comunicados de prensa y las campañas de sensibilización, el comportamiento del pueblo haitiano no ha cambiado todavía.

Muchos haitianos no respetan las normas de distanciamiento social impuestas por el Gobierno porque simplemente no creen en la existencia de la enfermedad.

Jean Marc, conductor de motocicletas de 33 años con base en el barrio de Tabarre, cerca de la embajada de Estados Unidos, explica a Efe que muchos haitianos creen que el COVID-19 no existe y el Gobierno utiliza la enfermedad «para hacer dinero».

«Tengo una mascarilla, pero no la uso a menudo. No me siento en compañía de gente que no conozco. Pero sí creo que la enfermedad existe», puntualiza.

Sin embargo, confía en que la enfermedad no hará el daño que hace en otros países.