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Larimar: la piedra que cuenta nuestra historia

En la República Dominicana tenemos el privilegio de cargar con el mar en las manos. No es exageración: es larimar.

Esa piedra semipreciosa que parece guardar dentro de sí todas las tonalidades del Caribe —el azul profundo, el turquesa juguetón, el blanco de la espuma— y que, al mirarla, nos recuerda que esta tierra no solo produce belleza: la engendra.

El larimar es un recordatorio silencioso de que lo extraordinario también nace de lo cotidiano, de nuestras montañas y de nuestra gente.

Cada 22 de noviembre celebramos el Día Nacional del Larimar, una fecha que va más allá del protocolo.

Es un homenaje vivo a una región que trabaja con el corazón en la mano y con la esperanza como combustible. Para el sur —especialmente para Barahona y Bahoruco— este día es una afirmación de dignidad: una oportunidad para recordar que sus aportes no son secundarios ni invisibles, sino esenciales para la identidad económica y cultural del país.

El larimar no solo se extrae: se honra, se cuida, se vive.

Y si algo distingue al larimar es su exclusividad absoluta. No existe en ningún otro rincón del planeta. Esa particularidad le otorga un valor simbólico y emocional que va más allá del mercado: nos convierte en guardianes de un tesoro que nadie más puede reclamar.

En ferias internacionales, en vitrinas de joyería, en manos de turistas y coleccionistas, el larimar no solo identifica al país: lo enaltece. Es nuestro embajador natural, una postal mineral que dice al mundo: “esto solo lo tiene la República Dominicana”.

Pero detrás de su brillo hay historias profundas. En cada piedra hay el sudor de un minero que desciende por galerías estrechas con la valentía del que sabe que su jornada no es opcional: es necesidad.

Hay mujeres artesanas que, con paciencia infinita, convierten una roca en un tesoro pulido que parece guardar luz propia.

Hay joyeros que, con creatividad, levantan una industria que empieza en la montaña y termina en el escaparate. El larimar es, en esencia, una cadena de amor y supervivencia que mantiene de pie a cientos de familias. Cada pieza vendida es pan, educación, techo y oportunidad.

En esta cadena, el Ministerio de Energía y Minas ha sido un actor fundamental para que el larimar siga siendo un recurso que genera desarrollo sin destruir a quienes lo producen.

A través de políticas de formalización, mejoras en la seguridad minera, acompañamiento técnico y regulación responsable, el Ministerio ha trabajado para que la minería artesanal avance hacia un modelo más humano y sostenible.

No es una labor que se aplaude todos los días, pero sí se siente en la protección de los trabajadores, en las condiciones dignas, en la organización comunitaria y en la visión de que el larimar debe ser un recurso bien gestionado para que siga siendo el sustento de todos y no el privilegio de unos pocos.

A estos esfuerzos institucionales se suman asociaciones de mineros, cooperativas comunitarias, artesanos, emprendedores y líderes locales que, cada uno desde su trinchera, han contribuido a fortalecer toda la cadena de valor.

Gracias a ellos, lo que hace décadas era un proceso desordenado hoy se está convirtiendo en un modelo más estructurado, con mejores prácticas, más oportunidades económicas y nuevas posibilidades de innovación. El larimar, así, deja de ser solo un recurso natural para convertirse en una plataforma de desarrollo local.

Por eso celebrar el Día Nacional del Larimar no es un simple acto simbólico. Es reconocer el esfuerzo de un país que, aunque pequeño en territorio, es inmenso en riqueza cultural; de una piedra que no solo brilla por fuera, sino también por dentro; y de una comunidad que encontró bajo la tierra la fuerza para levantar su futuro.

Celebrarlo es afirmar que el larimar es identidad, es patrimonio y es promesa.

Porque el larimar no es solo una piedra. No es solo una gema. Es la prueba de que lo que nos hace únicos puede, también, sostenernos y elevarnos. Es la luz que nace de una montaña y que termina iluminando vidas enteras.

Y mientras el mundo lo admira, nosotros celebramos algo aún más profundo:
que la República Dominicana brilla… desde la raíz.

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La autora es conferencista y maestra de ceremonias. Posee múltiples maestrías en Manejo de Personal, Relaciones Públicas y actualmente, es doctoranda en Comunicación.

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