Da pena o risa escuchar y leer cómo periodistas o políticos que apenas conocen sólo el español creen que pulen su discurso empleando voces en inglés.
Hace años abusan de llamar “speaker” a voceros gubernamentales o privados, creyendo que significa vocero o quien habla en nombre de otro.
El o la “speaker”, en Washington, es quien preside la Cámara de Representantes, no el vocero del presidente, quien es un “spokesperson”.
La Fundación Guzmán Ariza –¡por fin!— se ocupó de aclarar que quien habla en representación de otra persona, de un grupo o una entidad, es “vocero” o “portavoz”, bellas palabras en español; ambas infinitamente mejores que “speaker”, que ni es anglicismo, pues no significa lo que creen quienes la usan mal. He visto a los propios voceros gubernamentales referirse a sí mismos como “speakers”.
Si tan confusa noción del propio ser tienen, ¿cómo organizar la comunicación de las ideas de sus mandantes? Quizás todos los funcionarios deberían ser capaces de aprobar un examen de lengua española del nivel intermedio, sin chivos.