Rafael (Tato) Bisonó, el fundador de la constructora que lleva su apellido y que tiene su estampa en todo el país, “construyó su suerte”.
Trabajaba diariamente por hasta 15 horas, construía viviendas que le generaban cincuenta pesos de ganancia y recurría al crédito frecuentemente ante la falta de liquidez.
Ese crédito, tenía gastos de cierre que equivalían al 18% además de un 12 % anual y que recurrentemente “se llevaba una casa” (perdía la posibilidad de tener ganancias), por lo que cada proyecto debía terminarlo con celeridad.