La verdad nunca deja de ser
Azuzado por mis estudiantes de último año en el Instituto Dominicano de Ciencias de la Comunicación Adrianista (IDCCA), decidimos incluir en una de las clases de periodismo digital el tema la verdad, y como era de esperarse, una clase, de una hora no fue suficiente, pero sirvió para que cocreáramos algunas contestaciones en torno al tema.
Y es que, desde la Antigua Grecia, la humanidad ha debatido sobre la naturaleza de la verdad, al menos de forma organizada y documentada. Los sofistas, como Protágoras, argumentaban que era relativa y dependía de la percepción individual. Su célebre frase «El hombre es la medida de todas las cosas» sugiere que cada persona interpreta la realidad de manera distinta. En contraste, Sócrates y Platón defendían una verdad objetiva e independiente de la opinión. Platón, en La República, ilustró esta idea con la alegoría de la caverna, donde la realidad percibida era solo una sombra de la verdad absoluta.
Verdad, propaganda y manipulación
A lo largo de la historia, la verdad ha sido utilizada como un arma de poder. En el siglo XX, Joseph Goebbels, ministro de Propaganda nazi, aplicó la premisa de que «una mentira repetida mil veces se convierte en verdad». Durante la Guerra Fría, tanto EE. UU. como la Unión Soviética manipularon la información para influir en la opinión pública. Sus resultados son muy conocidos, tanto que hoy siguen siendo objetos de estudios en todos los países, pero también de aplicación en muchas estrategias en los sectores público y privado.
Sin embargo, hoy la desinformación ha evolucionado con la era digital. Internet y las redes sociales han amplificado la propagación de noticias falsas y teorías conspirativas. Un caso emblemático fue Cambridge Analytica, donde datos de millones de usuarios de Facebook fueron usados para manipular decisiones electorales. Durante la pandemia de COVID-19, la OMS alertó sobre una infodemia que propagó información falsa sobre tratamientos, origen del virus y medidas sanitarias.
Posverdad e Inteligencia Artificial
El siglo XXI ha dado lugar a la posverdad, donde los hechos objetivos influyen menos que las emociones y creencias personales. Hannah Arendt, en su obra «La Mentira en Política», advirtió sobre cómo la manipulación de la verdad puede convertirse en un mecanismo de control social, mientras que Yuval Noah Harari señala en «21 lecciones para el siglo XXI», que la fragmentación digital ha potenciado este fenómeno.
Por otro lado, la inteligencia artificial ha agravado el problema con herramientas como los deepfakes, que crean videos falsos hiperrealistas, y algoritmos que amplifican contenido sin filtrar su veracidad. Esto ha permitido la viralización de desinformación con consecuencias políticas y sociales.
Defender la verdad
Aunque la verdad pueda ser distorsionada, no deja de existir. La verificación de hechos es clave para combatir la desinformación. Organizaciones como FactCheck.org, AFP Factual y Snopes trabajan para desmentir noticias falsas.
Asimismo, es importante comenzar a contemplar la posibilidad de establecer los precedentes en los tribunales, a los cuales vayamos a defender la verdad, el buen nombre, la honra y la reputación, tanto de las personas como de los medios.
Sin embargo, la lucha por la verdad no es solo del periodismo. Como ciudadanos, debemos fortalecer la alfabetización mediática, cuestionar fuentes y verificar la información antes de compartirla. En un mundo donde la IA amplifica narrativas sin filtro, el pensamiento crítico es más necesario que nunca.
La historia nos demuestra que la verdad, aunque se oculte temporalmente, siempre sale a la luz. Protegerla es nuestra responsabilidad.
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