La valentía tiene límites

Siempre he admirado la valentía, esa fuerza que brota desde adentro cuando todo afuera parece derrumbarse.
La he visto en mí, en los míos, en quienes siguen adelante aún con el alma en los tobillos. Pero, con el tiempo, he comprendido una verdad que a veces duele aceptar: la valentía puede tener límites.
Nos han enseñado a repetirnos frases como “puedo con todo”, “no te rindas nunca” o “no hay imposibles”, y, aunque esas palabras pueden ser combustible en momentos clave, también pueden convertirse en una carga.
Psicólogos y psiquiatras explican que estas creencias, inculcadas desde la infancia, pueden crear vacíos emocionales y exigencias irreales, pero hoy contamos con herramientas terapéuticas que nos ayudan a reconocerlas, cuestionarlas y transformarlas en pensamientos más sanos y compasivos.
La realidad es que no siempre podemos con todo. No todos los días son de coraje encendido, no todos los días estamos listos para enfrentar el mundo. Y eso no nos hace menos valientes, nos hace humanos. Debemos entender que hay momentos en los que la energía se agota, el ánimo se apaga, la motivación no llega… días en que lo único que necesitamos es pausa.
Días en los que no perseguimos respuestas o soluciones inmediatas, sólo un espacio seguro para reconocer que también hay un “off” en nosotros. Que no siempre estamos listos para dar la batalla, que hay situaciones que nos superan, que hay emociones que no sabemos nombrar y caminos que no sabemos recorrer.
Aceptar que la vida no es una línea recta es parte del proceso de crecer y vivir, lo cual nos prepara para las curvas inesperadas, subidas que exigen más de lo que tenemos, bajadas que nos hacen perder el control.
Como si no fuera suficiente con esto, en medio del vaivén de las situaciones que debemos enfrentar, está esa presión silenciosa que nosotros mismos nos imponemos de ser fuertes siempre, de ser inquebrantables, de sostenerlo todo sin mostrar fisuras.
Aceptar para seguir
Pero, ¿y si aceptamos que ser valientes también es saber parar? Que el coraje también se manifiesta cuando decimos “hoy no puedo”, cuando pedimos ayuda, cuando decidimos cuidarnos antes de colapsar.
La valentía no es infinita, necesita pausas, recargas, silencio, abrazos, necesita que la traten con cuidado porque no se trata de rendirse, se trata de reconocer nuestras limitaciones con honestidad. Y desde ahí, desde ese lugar menos idealizado y más real, seguir caminando, aunque sea lento.
Hoy me repito algo distinto: no tengo que poder con todo, basta con poder con lo que tengo hoy en las manos. Lo demás… puede esperar. En esa pausa también hay una gran fuerza: la de elegirnos, cuidarnos y escucharnos. Recuerda: seguir no siempre es avanzar rápido, a veces es simplemente sostenernos hasta que vuelva la claridad.