Resulta inexplicable que República Dominicana esté entre sólo cuatro países de Iberoamérica a los que la Unión Europea les requiere un visado para ingresar a los territorios de los países miembros de ese bloque.
No sólo razones históricas se pueden argumentar contra esa inequidad diplomática, sino económicas, sociales y políticas.
República Dominicana puede afirmar a los cuatro vientos que es una de las democracias más estables de la región y aún siendo un país territorialmente pequeño es la octavo economía del Continente.
Ha sido también un gran descuido de la diplomacia dominicana no haberle prestado la debida atención a este tema.
El Gobierno dominicano ha explicado que inició gestiones para lograr que la Unión Europea elimine el requisito de Visa Schengen a los dominicanos, pero ese proceso se llevará su tiempo.
Mientras tanto, países como España, Francia e Italia bien pudieran tomar medidas administrativas para darle un trato preferente a los dominicanos en el proceso de visado en lo que se elimina totalmente el requisito.
Es sabido no sólo que se requiere el visado, sino la enorme cantidad de requisitos que se le imponen a los dominicanos y el mucho tiempo que en ocasiones conlleva la solicitud.
Europa tiene una deuda histórica con República Dominicana, pero no siempre actúa en consecuencia.
Esta es una oportunidad de hacerlo.