Cuando en febrero 2022 Rusia invadió a Ucrania, la UE le compraba 40 % del gas natural que consumía. Hoy es apenas 12 %. Y sigue bajando.
La guerra restringió también la oferta de cereales y minerales críticos producidos por Ucrania, provocando carestía en Europa y el resto del mundo.
El contagio de COVID-19 puso sobre el tapete la dependencia europea de importaciones de mascarillas y medicinas provenientes de unos cuantos países asiáticos, cuya oferta priorizaba sus propias necesidades nacionales.
Lituania sufrió un duro bloqueo de China por haber profundizado sus relaciones con Taiwán.
Y para proteger empleos por razones de “seguridad nacional”, Trump impuso elevados aranceles al acero europeo.
Seguir dependiendo del gas ruso era imposible a la luz de las represalias económicas impuestas por la guerra a ese país.
Tolerar la carestía de cereales e insumos críticos ponía en juego la seguridad alimentaria y el avance de la digitalización y la descarbonización.
Contener el contagio de COVID era imposible sin mascarillas y medicinas fabricadas localmente o provenientes de países sin restricciones de oferta.
La coerción y los riesgos comerciales antes descritos ponen en juego la soberanía nacional, la prosperidad de sus habitantes y la seguridad frente a las amenazas externas.
He ahí por qué, desde junio pasado, la UE cuenta con una estrategia de seguridad económica, centrada en la promoción de la competitividad, la protección contra los riesgos y un partenariado para la resiliencia de las cadenas de suministro.
Para promover la competitividad, la UE profundizará la integración del mercado interno y acelerará la transición energética y digital.
Incrementará además la inversión en capital humano, elevando las habilidades de su fuerza laboral y reentrenando a los desplazados por los masivos cambios tecnológicos en curso.
Para protegerse contra los riesgos a la seguridad económica, aplicará medidas de defensa comercial consistentes con la OMC y controlará con precisión la inversión extranjera en la UE –y de la UE en terceros países– en defensa, electrónica, inteligencia artificial, cuántica y farmacéuticos.
En su estrategia, la UE es el primer actor en cambiar la semántica diplomática. En vez de promover la “desconexión” de países riesgosos, propone mejor “reducir el riesgo” (“de-risking”) relacionado con sectores específicos de dichos países, sin poner en juego el proceso de globalización.
La UE contrarrestará además los actos de coerción comercial mediante medidas eficaces para detenerlos y compensar a los sectores afectados. Para ello aprobó en octubre 2023 un instrumento al respecto.
Y para incrementar la resiliencia de las cadenas de suministro, la UE se apoyará en todos sus socios comerciales, con miras a diversificar tanto las fuentes de insumos y servicios críticos como los destinos de sus propias exportaciones, al tiempo que contribuye al desarrollo sostenible de dichos socios.
Teniendo la red más amplia de acuerdos de asociación económica, acuerdos de libre comercio y uniones aduaneras, la UE está mejor posicionada que nadie para fomentar la seguridad económica donde sea que ley impere, la soberanía se respete y la libertad se respire.