La soberanía, 60 años después pende de las finanzas públicas
Santo Domingo.-Al llegar al primer cuarto del siglo, cuando se cumplen 60 años de la invasión del país por el ejército de los Estados Unidos de América como consecuencia del golpe y la revolución del 24 de abril del 65, la amenaza principal contra la soberanía es la deuda externa.
En un principio, ante el escenario de una crisis global de la deuda, la soberanía podría verse comprometida, pero no perdida como un hecho irremediable, porque ha de suponerse la búsqueda de una solución de conjunto y ante este escenario, la pérdida pudiera depender de la inviabilidad de salidas.
En ambos escenarios el empobrecimiento sería repentino e inevitable debido a la particular burbuja —hecha del crédito personal— en que vive una extendida clase media profesional en el país, e igual que en el pasado, nos encontraríamos con líderes sin respuestas ante el hecho y a los dominicanos en sentido general sin comprensión de las causas de su destino.

Un colapso por causa de la deuda pública, que es para los Estados lo que las tarjetas de crédito para los individuos, generaría una crisis incomprensible por vacío del consumo, el cual depende del dinero y por el que la gente de hoy se mata como ayer lo hacía por el poder político.
¿Podría una revisión o análisis de un pasado de hace 60 años ayudar al pueblo dominicano a evitar una crisis como aquella con pérdida de soberanía incluida? Parece improbable, porque nadie, gobernantes ni gobernados, está dispuesto a vivir como pobre pudiendo hacerlo como rico.
La deuda puede ser productiva, pero hoy día es un hecho raro. Coger un préstamo para construir una represa es una inversión, cogerlo o desviarlo para pagar nómina, intereses, subsidios o déficit presupuestario es un engaño.
Cuando era la política
Si los hechos políticos del lapso de cinco años entre el magnicidio del 30 de mayo de 1961 y el Acta Institucional del 3 de septiembre del 65 tuvieron su causa última en la ausencia física del tirano Rafael Leonidas Trujillo Molina, parece lógico que con el ascenso de Joaquín Balaguer a la Presidencia el 1 de julio de 1966 fue cubierto el vacío de poder.
Esta sería una conclusión precipitada. En realidad este vacío empezó a ser conjurado el 28 de abril de 1965, con la invasión de unos 2 mil marines enviados al país por el presidente Lyndon B. Johnson.
En este breve período se habían sucedido seis gobiernos, a saber: la dupla Balaguer—Ramfis, el primer Consejo de Estado, el segundo Consejo de Estado, el gobierno de Juan Bosch, el Triunvirato y la administración de Donald Reid Cabral.
Trujillo había reunido en sí mismo demasiado poder para que un día esta cantidad de movimiento fuera detenida y al otro puesta a caminar.
¿Por qué Balaguer?
En enero del 61 Balaguer había tenido que exiliarse como consecuencia de protestas populares organizadas contra su participación en un órgano colegiado con el que pretendió mantenerse en el Poder poco después de huidos los Trujillo.
Sin embargo, en mayo del 66 ganó unas elecciones en las que Bosch era la otra opción principal. ¿Qué había cambiado? Cobró el préstamo del voto del trujillato que había alentado y la presión le impidió al primero hacer la campaña electoral en las calles.
Acaso sea importante saber que el poder de fondo el que actúa y se hace sentir por encima de las instituciones, las formalidades y las consideraciones personales, como lo había ejercido Trujillo, estaba en manos del gobierno de los Estados Unidos de América y así se mantendría hasta por lo menos 1974, cuando se tuvo una cierta seguridad de que el efecto Caamaño no era ya posible.
La flexibilidad de Balaguer para ejercer bajo la sombra de un poder concurrente puede haber influido, además de que su experiencia administrativa, la vocación de mando, el conocimiento de la gente de su país y su valor personal deben de haber influido en la decisión de aceptar un papel como el que desempeñó de 1966 al 78.
El día 28 de abril
Según Jesús de la Rosa, que estuvo en la guerra como militar constitucionalista y publicó “La Revolución de Abril del 65”, la invasión fue decidida en el curso del día 28 de abril por el presidente Johnson, pero había estado siendo valorada desde el mismo día 24, cuando el arresto de varios oficiales precipitó unos hechos planificados para el día 27.
De acuerdo con de la Rosa, a las 5:00 de la tarde del miércoles 28 de abril, el presidente de los Estados Unidos de América dispuso el desembarco “de un pequeño contingente de tropas en la cancha de polo del hotel El Embajador” con el propósito de proteger vidas.
En la noche fue dispuesto el desembarco de 2 mil 300 infantes de marina y dos batallones de paracaidistas.
Había vuelto a ocurrir. Era la segunda vez en 59 años y esta vez la ocupación terminaría de atar el destino dominicano al de los Estados Unidos de América.
Cuba había atado el suyo a la URSS (Moscú), con lo que el Caribe insular hispanohablante volvía a ser escenario de las pugnas políticas de poder mundial.
Efectos de la invasión
— Un enigma
La invasión del 65 torció el destino dominicano. Nunca sabremos si hubiéramos sido una mejor nación, un fiasco como Puerto Rico, un fracaso como Cuba o una catástrofe como Haití, de no haber ocurrido. Hemos sido, esto sí, menos soberanos.
La deuda pública como una amenaza
Burbuja. Una deuda pública externa contratada en 1869 y no honrada estuvo en la base de la Convención Dominico—Americana 1905—7, mediante la cual fue cedida la administración de las aduanas al gobierno de los Estados Unidos de América.
Por este hecho el Estado dominicano pasó a ser menos soberano, es decir, perdió autoridad sobre una parte de la Administración pública. En 1916 la perdería por completo.
Hoy día sin el endeudamiento en la base del Presupuesto Nacional, la expansión de la economía y el dinamismo social son imposibles.
Sin contingencias externas parece que se puede navegar de esta manera, pero la única forma de salir de esta burbuja es con recursos internos para bajar del 14 % de la deuda interna y del 32 % de la externa.
Etiquetas
Artículos Relacionados