La Semana Santa es, en el fondo, un período religioso del catolicismo mediante el cual se recrea cada año el drama de la pasión de Jesús, con la rememoración de su llegada a Jerusalén, reflexiones sobre su muerte y el festejo de la resurrección.
No es una conmemoración de la religión, ni siquiera del cristianismo en sentido general, sino de la iglesia católica. La iglesia ortodoxa también tiene la suya, pero con diferencias en el tiempo debido a que sigue un calendario distinto, el juliano, puesto de lado en Occidente cuando fue asumido el calendario gregoriano de finales del siglo XVI.
Para los otros, los que salen a las carreteras, a los balnearios y a los campos, la Semana Santa es una excusa para seguir de alguna manera el llamado de la naturaleza que empujaba a los pueblos antiguos a darle la bienvenida a la primavera.
De estos son los desenfrenos y los excesos que cada año se salda en numerosas muertes, accidentes de tránsito, intoxicaciones y emergencias médicas.
Cientos de miles de personas se acogerán a los rituales de su fe católica y otros cientos de miles se irán a darle rienda suelta a su naturaleza. Para ellos ha sido anunciado un amplio plan del Centro de Operaciones de Emergencia dirigido a mantener algún grado la seguridad de la gente y de ciertas propiedades.
Todo esto es, sin embargo, presupuesto y tiempo perdido si los vacacionistas de la Semana Santa, que es como decir de la primavera, dejan sueltas las riendas de la responsabilidad.