Cuando las verdades relativas son la norma, hacer común el error es fácil. Sin embargo, en este contexto la reputación del periodista se constituye en un faro que guía a la audiencia hacia información confiable y veraz, más para aquel que hace opinión en los medios de comunicación, en todos los formatos.
La credibilidad del mensaje periodístico depende en gran medida de la imagen que el propio periodista proyecte, pues en teoría, este se convierte en la voz que da forma a la realidad para la sociedad.
Un periodista con una reputación sólida inspira confianza a quienes los leen, escuchan o ven, porque es alguien que se ha ganado el respeto por su compromiso con la verdad, la ética y la imparcialidad. Su trabajo se caracteriza por la rigurosidad, la objetividad y el análisis profundo, lo que le permite ofrecer una visión clara, aguda y certera de los acontecimientos.
La confianza se rompe
En cambio, un periodista con una reputación cuestionable mina la credibilidad de su propio trabajo. Si se le asocia con la falta de ética, la parcialidad o la publicación de información falsa, su mensaje pierde valor y la audiencia se aleja. La confianza se rompe y se vuelve muy difícil recuperarla.
Para construir y mantener una reputación sólida, debe existir un compromiso de los periodistas con la veracidad, persiguiendo la búsqueda incansable de la verdad como la piedra angular del periodismo. Asimismo, debe estar presente la ética profesional, la cual es fundamental para ganarse la confianza del público.
Muchos escuchamos que un buen periodista debe presentar los hechos de manera objetiva, sin sesgos ni agendas personales. Su trabajo debe reflejar la realidad de forma neutral, permitiendo que la audiencia saque sus propias conclusiones. Este punto puede que sea muy difícil de cumplir para quien cada día tiene que presentarse frente a una audiencia a verter su opinión sobre uno o varios tópicos, pero resulta que hacer lo que corresponde en ese momento tiene un nombre: imparcialidad.
Uno de los atributos que más se ha mantenido reclamando la sociedad en la última década es la transparencia, reclamo al cual no escapan los periodistas, pues estos deben ser transparentes en cuanto a sus métodos de trabajo y sus fuentes de información. Esto genera confianza y permite a la audiencia evaluar la credibilidad de su trabajo.
Sin embargo, todo lo anterior es posible si se hace presente la responsabilidad: los periodistas deben ser responsables de lo que publican o dicen. Deben estar dispuestos a corregir errores y a rendir cuentas por sus acciones.
Todos estamos conscientes de que la información es poder, pero sobre esa misma base la reputación del periodista es su arma más poderosa. Un periodista con una reputación sólida tiene el potencial de transformar realidades, educar a la sociedad y defender los valores de ella.