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La "reina virgen": por qué Isabel I de Inglaterra nunca quiso casarse

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El retrato de la Armada (1588) de Isabel I representa a la última monarca Tudor en el apogeo de su poder.

En una tarde de julio de 1575, la reina Isabel I, de 41 años, llegó al castillo de Kenilworth, en Warwickshire, Reino Unido, en la que sería su última y más larga visita. Le había regalado el castillo a Robert Dudley en 1563 y le había concedido el título de conde de Leicester al año siguiente.

Dudley era un gran favorito de la reina y se cree que fue su amigo de la infancia. La naturaleza exacta de su estrecha relación fue objeto de muchos chismes.

Antes de la llegada de la reina, Dudley había reformado a fondo el magnífico castillo. Había construido nuevos edificios, un nuevo jardín y rediseñó todo el paisaje de la propiedad.

Y el conde hizo todo lo posible para ofrecer un extraordinario espectáculo de música, baile, acrobacias, fuegos artificiales e interludios dramáticos interpretados por actores disfrazados.

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En el inmenso lago que rodeaba el castillo había una isla móvil habitada por la "Dama del Lago". Había un delfín de 7,3 metros que ocultaba a los músicos y una sirena nadadora de 5,5 metros.

Dudley no reparó en gastos. Invirtió US$1.400 dólares por día -millones en dinero de hoy-, y toda la extravagancia fue interpretada como un elaborado y costoso cortejo; el equivalente de la clase gobernante del siglo XVI a contratar hoy día un avión para ondear una pancarta diciendo "Cásate conmigo".

"Las festividades de 1575 fueron un intento de cortejar a Isabel; el matrimonio es un tema presente en algunos de los actos", explica a la BBC Jeremy Ashbee, jefe de conservación de propiedades de English Heritage (una organización benéfica que gestiona más de 400 monumentos, edificios y lugares históricos en Inglaterra).

La apuesta de Dudley parecía ir viento en popa, hasta que todo cambió. El punto culminante de la estancia iba a ser una representación- el miércoles 20 de julio.

Sin embargo, esta no llegó a celebrarse. ¿Se debió simplemente a que el mal tiempo lo impidió, según la versión oficial? ¿O es que la monarca se enteró del tema y se molestó?

El espectáculo mostraba a Diana, diosa de la castidad, en busca de una de sus castas ninfas, llamada Zabetta, una versión del nombre de Isabel.

Concluía con un mensajero de Juno, diosa del matrimonio, dirigiéndose directamente a Isabel e implorándole que no siguiera el camino de Diana, sino que se casara.

Dudley tenía cierto margen de maniobra con la reina, pero quizás esto era ir demasiado lejos.

Cualquiera que fuese la razón, la representación no ocurrió y las fiestas terminaron.

La reina permaneció en sus aposentos unos días más antes de partir el 27 de julio.

Orgullosa y apasionada

"Creo que es increíblemente interesante y que es una forma estupenda de ver cómo tratamos a las mujeres hoy en día. Este evento [que Dudley planeó] en Kenilworth estaba destinado a ser una celebración masiva para Isabel; estaba destinado a ser decadente y disfrutable. Pero al mismo tiempo estaba cargado de algo más", señala la artista Lindsey Mendick, quien conmemoró el 450 aniversario de la visita con "Wicked Game", una gran instalación escultórica en el castillo.

"Para mujeres poderosas como Isabel, negarse a casarse o tener hijos era un acto radical de autoconservación y autonomía", agrega.

Isabel I, hija de Enrique VIII, es la única reina inglesa que nunca se casó. Llegó al poder en 1558, con 25 años, heredando los problemas religiosos, políticos y financieros de sus dos predecesores, su hermanastro Eduardo VI (1537-1553) y su hermanastra María I (1516-1558).

Cuadro donde se ve a la reina Isabel I y el noble inglés Robert Dudley

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