
Santo Domingo.- La reincidencia delictiva en República Dominicana no es un fenómeno aislado, sino la consecuencia directa de un sistema que, según el sociólogo Domingo Matías, ha fracasado en ofrecer alternativas reales a los exreclusos.
“Ni el sistema penitenciario ni la sociedad han generado oportunidades reales”, afirma, al señalar que tras cumplir condena, las personas enfrentan un fuerte estigma y rechazo social que restringe su acceso al mercado laboral formal.
Explicó que la falta de empleo y de redes de apoyo empuja a muchos a retornar a la economía informal o ilegal.
Además, dijo que los lazos familiares, comunitarios y de amistad se deterioran, provocando una ruptura que dificulta conducir una vida social estable.
Según Matías, lejos de ser espacios de rehabilitación, las cárceles se convierten en lugares donde se aprende a delinquir, situación que se agrava en contextos de alto hacinamiento.
¿Qué hacer?
Para Matías, es crucial impulsar un cambio de visión que trascienda el enfoque punitivo hacia uno de inclusión social. Apuntó que las fallas estructurales en derechos humanos y la lentitud en los procesos de liberación también deben ser atendidas.
“No es posible hablar de rehabilitación sin garantizarla a través de empleos seguros y sin dar prioridad a la prevención primaria mediante programas de salud mental y educación formal dentro y fuera de los recintos penitenciarios”, sostiene a El Día.
Dijo que la propuesta incluye prestar especial atención a jóvenes en conflicto o potencialmente conflictivos con la ley, y desarrollar programas de resocialización comunitaria con dignidad.
“La prisión actúa como un mecanismo de ruptura y aprendizaje delictivo, más que como un agente rehabilitador. El hacinamiento intensifica el deterioro de los lazos sociales y transforma el encierro en una verdadera ‘escuela para el delito’”, concluye Matías.
De su lado, el sociólogo Carlos Andújar agrega que el reincidente vive una cultura del delito.
“No lo justifico con ese criterio, es un criterio muy personal mío. Pero vive con ese delito como si fuera su estilo de vida. Entonces se corte, como dice el dominicano, en la delincuencia porque se convierte en estilo de vida y cultura”, destacó.
Andújar vincula este fenómeno con lo que en antropología se ha denominado “la cultura de la pobreza”, una persona que viven la pobreza o la delincuencia como una forma de existencia.
En cuanto a soluciones, el sociólogo considera indispensable el fortalecimiento de programas educativos que reconduzcan al individuo hacia conductas sanas.
“Hay debilidad en esos programas de reforzamiento de la reinserción del individuo a la sociedad. Si esos programas no cumplen su cometido, el individuo no sale de su estado de frustración, no rompe con su estilo de vida convencional y le resulta sin conflicto volver a sus viejas andanzas”, afirma.
Para Andújar, hay una contradicción entre la reiteración de la inconducta y la falta de un programa de recreación adecuado.
“Ese programa tiene que ver con la ruptura del estilo tradicional de considerar al prisionero como un ciudadano de tercera categoría. Se les niegan sus propios derechos y no se les da la atención debida para que se reencaucen”, resaltó.
Asimismo, expresó que este “es un tema muy complejo, pero no deja de ser preocupante para la aplicación de políticas públicas”.
Añadió que no se trata solo de enfrentar la delincuencia con acciones violentas, de restricción de derechos o autoritarismo, sino también con programas educativos que regeneren a las personas que, con la oportunidad adecuada, pueden rehacer sus vidas.
“No hay por qué descartarlo”, subrayó.