Mucha gente cree y sostiene que la prensa es la responsable de todos los males que afectan a la sociedad. “La prensa no dice nada de esto o aquello” es una frase que se repite a diestro y siniestro, como si fuera una obligación preestablecida de los medios de comunicación encontrar respuesta y soluciones a todos los problemas sociales.
Desde temas menos trascendentes (como los tapones del tránsito vehicular o la violencia intrafamiliar, por ejemplo) hasta asuntos fundamentales (como el incremento de la criminalidad o las violaciones a la Constitución por parte de quienes deben velar por su cumplimiento), todo lo que anda mal se le atribuye a que “la prensa no dice nada”, o peor aún, “no hace nada”. Algunos llegan al colmo de afirmar que los periódicos y la televisión forman parte de sectores interesados en crear situaciones críticas, con tal de favorecer sus negocios privados.
Habrá que recordarles a quienes así piensan que el papel de la prensa es mantener a la sociedad bien informada a fin de que ella, la sociedad, pueda tomar decisiones inteligentes. En esa dirección la prensa investiga, denuncia, aplaude o critica lo que sucede a su alrededor, pero no más.
La prensa no tiene a su servicio una Policía ni un Ministerio Público, ni un Congreso para hacer leyes, sino solamente una voz para enderezar entuertos. Toca a la sociedad entera enfrentarse a los males que la aquejan.
Es penoso observar que entre los críticos de la prensa hay muchos “periodistas” alejados de los principios básicos del oficio y que olvidan que, así como es indefendible la supresión de las noticias por cualquier consideración que no sea el bienestar de la sociedad, también es indefendible que se utilicen los medios de comunicación para difundir mentiras o verdades no comprobadas previamente.
Sostengo, como magistralmente lo resume el Credo del Periodista, de la Universidad de Misurí, que el periodismo que más triunfa es “el que, siendo vigorosamente independiente, no se deja persuadir por el orgullo de la opinión o la codicia de poder; el que es constructivo y tolerante, pero nunca descuidado; el que es paciente y respetuoso de sus lectores, pero nunca temeroso; el que se indigna al momento por la injusticia; aquel que en su ánimo no influyen las pretensiones del privilegio; y el que aspira a dar a todos los hombres una oportunidad igual”.
Estas características, pienso yo, no hacen del periodismo un culpable de los males que padece la sociedad. ¿O sí?