La planificación estratégica en las políticas de seguridad estructural
En la construcción de una seguridad pública sólida, pocas áreas son tan cruciales —y a menudo tan subestimadas— como la seguridad estructural.
La protección efectiva de la vida, la integridad y el patrimonio de los ciudadanos no depende únicamente de la prevención del delito, sino también de la capacidad de garantizar entornos físicos seguros, resilientes y funcionales. Para lograrlo, la planificación estratégica se convierte en un imperativo insustituible.
La seguridad estructural no puede abordarse como una tarea técnica aislada, ni mucho menos como una acción reactiva ante desastres o accidentes. Requiere una visión anticipatoria, una metodología de análisis de riesgos, y una articulación precisa entre diagnóstico, planificación, ejecución y evaluación constante. La improvisación en esta materia no solo es ineficaz: es peligrosa y ya tenemos experiencias lamentables que nadie desea que se repliquen.
Desde la experiencia en el diseño y evaluación de políticas de seguridad, afirmo que ninguna infraestructura crítica, espacios públicos y privados, debe ser dejados al azar. Hospitales, escuelas, puentes, centrales eléctricas, sistemas de agua potable, aeropuertos, centros de transporte colectivo, espacios públicos y edificaciones privadas; todos forman parte de un ecosistema vital que sostiene la estabilidad social y económica de la nación. Su protección exige políticas públicas integradas bajo esquemas de planificación estratégica rigurosa.
En el caso dominicano, los desafíos estructurales son evidentes. Muchas edificaciones públicas y privadas presentan signos de deterioro acumulado, deficiencias en su mantenimiento y falta de protocolos de revisión periódica. Esta realidad no puede seguir siendo abordada con acciones aisladas o parches momentáneos: se requiere un Sistema Nacional de Seguridad de Infraestructuras Críticas, Espacios Públicos y Privados, basado en planes estratégicos de prevención, actualización y resiliencia.
Toda política seria en materia de seguridad estructural debe comenzar por un análisis situacional exhaustivo: identificar vulnerabilidades, evaluar riesgos potenciales y priorizar intervenciones. Posteriormente, debe establecer objetivos estratégicos claros, diseñar proyectos específicos por sectores (salud, educación, transporte, energía) y definir indicadores de desempeño que permitan medir avances reales y realizar los ajustes necesarios en tiempo oportuno.
La planificación estratégica también implica flexibilidad: el contexto cambia, los riesgos evolucionan, y las políticas deben tener la capacidad de adaptarse sin perder su norte. Mantener la resiliencia de las infraestructuras críticas no es un evento único: es un proceso continuo que demanda liderazgo, visión de Estado y compromiso interinstitucional.
Garantizar la seguridad estructural no es solo proteger edificaciones; es proteger vidas humanas, asegurar servicios esenciales y fortalecer la confianza pública en las instituciones. Invertir en seguridad estructural no es un gasto: es una decisión estratégica para garantizar el desarrollo seguro y sostenible que merecemos.
El país no puede continuar ignorando las advertencias estructurales. Prevenir es gobernar, y gobernar bien comienza por anticipar. Por lo que proponemos la creación del Sistema Nacional de Seguridad Estructural, que marque el inicio de una política de Estado centrada en la seguridad estructural como pilar de desarrollo nacional.
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Josefina Reynoso
La Dra. Josefina Reynoso Chicón es experta en seguridad y defensa, mención política Estratégica y directora del Centro de Estudios de Seguridad y Defensa (CESEDE).
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