Cada vez que la parca impía se lleva a uno de nosotros por los insondables caminos de la muerte, nos sobrecoge el alma un dolor diferente a todos los demás dolores y un sentimiento de impotencia que nos recuerda nuestra infinita pequeñez.
Esta vez se nos ha ido un ciudadano conocido por todos: Juan de los Santos, a quien su militancia política no le pintó su cuerpo de colores, porque supo mantenerse neutral en momentos de confrontación y se mostró abierto a la búsqueda de soluciones para los problemas que tuvo que enfrentar.
La forma violenta en que halló la partida final debe causarnos profundas reflexiones. Debemos buscar la forma de reencontrar los valores perdidos o en vías de desaparecer en nuestra sociedad.
No podemos perder esta batalla.
Que el deceso de Juan de los Santos sirva para pensar profundamente en ello, mientras los que le seguiremos nos dedicamos a crear un mundo como seguramente lo soñó él.