Ayer, como es costumbre, estuve leyendo los periódicos de la tarde y al ver una vez más como anda el mundo y nuestro país, tuve que respirar profundo, pues fueron tantas las noticias de injusticias, impunidad, avaricia, sed de poder sin importar si con ello se violentan los mecanismos correspondientes que salvaguardan la institucionalidad democrática, violencia de género, violencia común, guerras, rumores de guerra, el terrorismo y su fatal consecuencia y desastres naturales que al final mi corazón sintió que desfallecía, y es que en muchos casos ya los hijos no están seguro con los padres, ni los padres con los hijos.
Desde pequeña he sido muy sensible a lo que acontece a mi alrededor, recuerdo como a los 7 años me arrodillaba a orar a mi Dios por lo que veía y sentía que el mundo no era tan hermoso como debía ser y así se lo expresaba a mi Señor.
Al leer la misma sentí una tristeza profunda, sobre todo por la falta de entendimiento del hombre al persistir en ignorar que el afanarse tanto por llenarse de bienes, fijando su mirada en abarrotar sus valijas, aunque ello represente que millones y millones mueran de hambre cada día, es falta de sabiduría, pues por más grande que sea su grosura, la muerte vendrá por él y lo que no pudo consumir se quedará y el que menos se lo espera disfrutará de ello, con la triste realidad de que donde estuvo su tesoro ahí estará su corazón y con él su decisión de eternidad.
Fue entonces cuando vino a mi lo expresado por el salmista David en el Salmo 27: ¨Hubiera yo desmayado, si no creyese que he de ver la bondad de Jehová en la tierra de los vivientes¨ El Señor tiene promesas para los que esperamos en Él y entendemos que este mundo no se compadece con lo inicialmente concebido,
En la primera parte del referido salmo dice lo siguiente; ¨Esfuérzate, y aliéntese tu corazón; Sí, espera en Jehová¨, continúa diciendo: “Jehová es mi luz y mi salvación; ¿de quién temeré? Jehová es la fortaleza de mi vida; ¿de quién he de atemorizarme? Cuando se juntaron contra mí los malignos, mis angustiadores y mis enemigos, para comer mis carnes, ellos tropezaron y cayeron; aunque un ejército acampe contra mí, no temerá mi corazón: aunque contra mí se levante guerra, yo estaré confiado.
No podemos decaernos ante la realidad existente. Este pasaje vino a mí como rocío de la mañana, como agua fresca en medio del desierto, como la sombra oportuna cuando el refulgente sol nos otorga los más severos de sus rayos; me recordó que aunque estamos viviendo las consecuencias de nuestros propios errores, Dios no ha quitado su mirada de nosotros, me hizo sentir que habrá juicio y mis ojos, sea aquí, o en la eternidad, lo verán.
Fijemos nuestra mirada en el que pesa en la balanza y su medida es justa y precisa, tengamos bien dirigida nuestra meta de estar en la casa de Jehová todos los días de nuestras vidas,- esto encierra cambios importantes en nuestras vidas-, pero se resume en una relación íntima con Dios…, lo demás viene por añadidura !!