Los tiempos cambian… es la mejor frase que podemos usar para describir cómo las cosas de antes han dejado de ser para dar paso a nuevas acciones y pensamientos.
Sin embargo, contrario a lo que quisiéramos, no todos los cambios son para bien, como es el caso del tipo de vocación de servicio que se está anidando en los profesionales dominicanos, en especial los del sector servicio y salud, donde lo que debe ser la regla ahora es la excepción.
Llegar a una sala de emergencia de cualquier centro de salud dominicano, ya sea privado o público, se podría comparar con lo que los libros definen como el “purgatorio”… donde encontramos personas que se han vuelto indiferentes, ya sea por la mala paga o por el exceso de trabajo en condiciones inadecuadas, pero debemos ir porque tenemos un quebranto, una necesidad, una enfermedad.
Causa tristeza encontrar en estos lugares a personas que se han pasado la mayor parte de su vida estudiando para salvar vidas y son insensibles a la misma vida del paciente.
Se han vuelto mecánicos de la salud, toscos e indiferentes, y han olvidado que están atendiendo seres humanos en lugar de muñecos de laboratorios o carros viejos.
Y es sentada en una sala de emergencia, mirando la frialdad de una especialista de la cardiología, dizque una eminencia del área, que uno piensa que en sus años de estudios y de práctica médica dejó, precisamente, su corazón guardado con candado y sin derecho a sacarlo de paseo.
Se hace necesario inyectar una buena dosis de calidez y calidad humana para contrarrestar esta epidemia de falta de humanidad que se está anidando en nuestros corazones .