Hay un camino viejo, hecho de cascajo y sin iluminación. Lo asfaltamos, le ponemos modernas luces, pero igual llevará siempre al mismo sitio.

La nueva política no tiene mucho que ver con la edad de la persona que la realice, tampoco con el tipo de tecnología que se use. Pues una persona joven puede hacer política vieja; así mismo podemos usar lo último en tecnología para hacer más de lo mismo.

La nueva política debe cambiar la manera de hacer las cosas; la forma de hablarle a la gente; y sobre todo la forma de escuchar a la gente. Debe romper con las malas prácticas de la vieja política.

No vamos a “ser diferentes” mientras sigamos haciendo lo mismo.

Nos han enseñado que para hacer política lo fundamental es el dinero. Pero no es así, ya no. Tampoco lo es “el carisma”. Lo fundamental para tener éxito en política es la confianza. Si se cuenta con eso, lo demás se puede conseguir con mayor facilidad.

No es suficiente hacer un buen anuncio y tener un buen equipo para vender un mal producto.

La revolución de las comunicaciones ha hecho que las personas sean más conscientes. En las próximas elecciones quedará demostrado lo mucho que ha cambiado el mundo en apenas cuatro años.

Los partidos y candidatos tienen que desligarse de las antiguas formas de hacer política, o se hundirán junto a ellas. No hay puntos medios, hay que tener el valor de quemar las naves.

Es momento de escuchar más y hablar menos; de mirar a la gente a los ojos; de entender las necesidades de la gente y acompañarles en las soluciones. Más que promesas, hay que hacer compromisos.

Las personas están cansadas de mentiras, están desilusionadas. Pero eso no es malo, todo lo contrario, es una gran oportunidad para la sinceridad y la esperanza.

Quienes sepan conectar con las necesidades de las personas, sobre todo con la necesidad de creer, demostrarán con resultados electorales el éxito de la nueva política.