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La necesaria cultura del mantenimiento

La reciente avería en una tubería del acueducto de Santiago, que provocó inundaciones, pérdidas materiales y angustia en decenas de familias, vuelve a recordarnos la escasa cultura del mantenimiento en la gestión de los servicios y bienes públicos.

Los daños causados por la rotura de esa tubería no sólo representan una afectación a esa municipalidad, sino también un gasto adicional para el Estado, que debe movilizar recursos para reparaciones de emergencia, compensaciones y reconstrucción.

Al parecer todo eso pudo evitarse, o al menos minimizarse significativamente, con una política sistemática de mantenimiento preventivo, monitoreo continuo y atención a los reportes de avería antes de que se produjera una avería de tal magnitud.

La gestión moderna de infraestructuras exige una cultura de supervisión permanente. La microgerencia, entendida como el seguimiento minucioso de procesos críticos, debe convertirse en norma en las instituciones que administran bienes y servicios esenciales.

Las tuberías de un acueducto, las redes eléctricas, los drenajes urbanos, los puentes y las plantas de tratamiento no fallan de un día para otro; su deterioro envía señales que sólo pueden advertirse si existen equipos técnicos atentos, sistemas de alerta temprana y una planificación que privilegie la prevención sobre la reacción.

No se trata sólo de reparar la tubería rota, sino de establecer una disciplina institucional donde se priorice el mantenimiento y la previsión.

Hay que asumir la cultura del mantenimiento para evitar crisis como la de Santiago y grandes gastos al Estado.

Las instituciones públicas también tienen que apostar a la microgerencia, porque, como dice una expresión popular, todo incendio en un momento pudo apagarse con la suela de un zapato.

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