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La literatura erótica de Juan Bosch

El objetivo fundamental de esa relectura era entrar como un sabueso en la singular naturaleza creativa de Juan Bosch

Retrato de Juan Bosch, hecho por su hijo, León Bosch.
📷 Retrato de Juan Bosch, hecho por su hijo, León Bosch.

No recuerdo quién me preguntó en una entrevista sobre la predilección que tengo de trabajar ciertas zonas eróticas en mis cuentos. Ahora, muchos años después hago la reflexión —y ofrezco como una primicia— de que el erotismo en la literatura mía nace, precisamente, de la relectura exploratoria que hice de todos los cuentos de Juan Bosch.

El objetivo fundamental de esa relectura era entrar como un sabueso en la singular naturaleza creativa de Juan Bosch, estudiar de manera minuciosa cada cuento, conocer los personajes protagonistas, agonistas y antagonistas; y, durante el proceso, enfocarme en identificar si había una línea marcada de trabajo erótico en su cuentística.

¿Y cuál fue el resultado cuando terminé mi lectura anotada de toda la narrativa de Juan Bosch, buscando esa parte erótica? Que no había. Juan Bosch es un escritor limpio, árido en el tema por voluntad propia, que se cuidó mucho, incluso, de poner alguna insinuación erótica en sus cuentos y sus novelas.

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Sin poder reponerme de mi sorpresa, yo me preguntaba, pero qué ocurrió, si él, antes de convertirse en escritor tuvo una vida común; y luego, ya en su madurez como escritor, leyó mucha literatura, novelas y cuentos de autores latinoamericanos y universales. Conocía “Decamerón”, de Giovanni Boccaccio, “Kama-sutra”, cuyo autor es el escritor hindú Vatsiaiana, la novela “Historia del ojo”, de Georges Bataille; y no desconocía el libro de la Biblia “El cantar de los Cantares”, con sabia experiencia su autor, ya que el rey Salomón tuvo 700 esposas formales y 300 concubinas. Si el año tiene 365 días, hay que imaginarse el monumental vigor de Salomón y los compromisos íntimos que atendía a diario, tomando en cuenta el impresionante tamaño de su harem.

Los tratadistas clásicos consideran el “Cantar de los Cantares” como un poema de amor, una especie de madrigal de varios cantos muy reveladores sobre dos amantes: un joven pastor y una Sulamita (que derivó a nombre femenino de origen hebreo, y que se traduce como «la mansa» o «la pacífica»), que fueron forzados a separarse, y que se declaman su amor en una forma poética muy singular y esperanzadora.

¿A qué edad escribió Salomón ese poema? El dato específico no está disponible de manera confiable, pero hay investigadores que lo ubican en la juventud plena del rey. La Biblia tampoco ayuda con objetividad sobre esa información.

En cambio, tenemos el dato incontrovertible de que Juan Bosch rondaba los 55 años cuando escribió una obra reveladora sobre otro monarca bíblico. El libro se titula “David, biografía de un rey”, que fue un aristócrata judío de muchos amores; y si hacemos memoria, podemos recordar, entre esposas y concubinas a Eglá, Betsabé, Mical, Maacá, Hagit, Ahinoam, Abigaíl y Abital.

Además, Juan Bosch, como hombre hizo una vida vinculado a dos grandes amores antes de entregarse por entero a la política; y en ese universo tan particular se involucró con muchas personas de ese mundo, incluidos líderes y escritores asiáticos que menciona en sus libros, cuando viajó a los países antípodas.

De manera que, sitiado por situaciones de índole personal y lector selectivo de obras literarias eróticas muy específicas, cómo es posible que en su propia literatura no haya esa carga erótica, que no aborde la sexualidad y las pasiones humanas por lo menos, de forma sutil.

Entonces, luego de una lectura total no podía entender cómo Juan Bosch tan versátil, itinerante por varios países de Europa y América, con una educación y una cultura acrisolada, hizo literatura y pasó por la vida sin dejar también un registro del erotismo de su paso por la vida, como ser humano, como escritor, incluso, como el individuo que se propone llevar una memoria de relevo con cuentos de campesinos, donde el amor por una mujer era materia de conflictos y desafíos.

En su caso, Juan Bosch prefirió de manera deliberada no llevar el erotismo a su literatura. Y lo erótico quedó relegado y solo funcionaba para sus fines personales. Eso, sin duda, lo explica todo.

El erotismo está, incluso, como ya cité, hasta en la Biblia. Entonces, un factor tan decisivo en nuestros momentos más volubles y cotidianos como es el erotismo siempre tiene que permear en algún momento parte de la literatura que uno trabaja y parte de la literatura que un escritor trabaja, precisamente, tiene que hacerse con la crónica de ciertos momentos eróticos, impuestos, circunstancialmente, por la vida.

En medio de un orden universal, la vida no puede estar al margen de los momentos eróticos. Ahora, lo que sí tiene que tener cuidado el escritor, es de no convertir lo erótico en vulgar, que colinde con la pornografía, y de eso yo siempre aconsejo mantener distancia. Vi, por ejemplo, en el caso de Juan Bosch, que quizá su temor fue ese, y que se tradujo en un cuidado extremo y calculado. No quería llevar confusión en un momento determinado, y viviendo bajo ciertas circunstancias, por lo que su literatura tenía que recorrer un camino ético y ecléctico que él se había propuesto.

El presente mío lo decidió el hecho de proponerme otro camino, y ese camino, con propósitos claros y bien pensados, incluyó la parte erótica de la vida, de la mujer y del hombre, que es un tema muy íntimo y de manejo muy cerrado, pero que no tiene por qué serlo en la literatura.

Yo, de manera deliberada, tomé la decisión temprana y trabajo desde entonces, como cronista de esa parte del erotismo que se encuentra como un vivero de emociones, en todos los cuentos que así lo reclamaba la naturaleza de los personajes comprometidos y que figuran en varios libros míos, entre ellos: “El agonista”, “Bajo el acoso”, “Los ídolos de Amorgos”, “Historias de cada día”, “La sórdida telaraña de la mansedumbre”, traducido al italiano en el 2001 por la editorial Perosini.

El trabajo con esa atmosfera erótica se mantuvo en los libros de cuentos “A puro dolor”, “Los límites del cielo ajeno”, “Soñar en el paraíso”, “Infortunios y días felices de la familia Imperios Duarte recordados con pusilánime ternura”, “Memorias de Ricardo Valdivia” y “En cierta forma sentimentales”.

Hay escritores, maestros consagrados y reconocidos de la literatura universal de los que escritores contemporáneos y de gran talento, terminan heredando sus vacíos, sus ausencias técnicas, caminos esbozados y que no hicieron, la trayectoria trunca, que por alguna razón no lograron definir; y para lograr eso se necesita solo el poder de la intuición creativa a la hora de leer, una por una sus obras, con inteligencia y cautela.

El legado creativo, la transferencia de técnicas y los secretos profundos del oficio que traspasa un escritor a otro, sin proponérselo, resultan impresionantes.

En ese orden apoyo la idea de varios críticos y analistas del género, cuando plantean que ese vacío deliberado de Juan Bosch constituye un auténtico reflejo de la personalidad del autor.

La ausencia de ese trabajo del erotismo en los cuentos de Juan Bosch me ayudó a cruzar la línea. Y lo hice por una sencilla razón; y que se explica porque el trabajo evolutivo de un escritor, para decirlo con una idea gráfica, se podría comparar con una cebolla, tomando en cuenta la singular y reveladora consistencia de su interior, donde encontramos un trasmallo de aros envolventes de distintos tamaños; y cada aro de la cebolla —el primero, que empieza en el núcleo y dándole espacio categórico al símil—, se traduce en una fase creativa. Así que, por vía de consecuencia, cada escritor se visibiliza con el énfasis que hace en cada fase que lo lleva a la consagración.

En ese orden queda explícita su mecánica de trabajo o encubrimiento, a tal punto que cada fase del escritor que se escoge para leer, o la ausencia voluntaria de una línea de trabajo, marca y abre, o revela, consciente o inconscientemente, la fase por la que otros escritores, finalmente, se decantan y terminan trabajándola, al mismo tiempo que se convierten en los relevos creativos generacionales.

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Rafael García Romero

Rafael García Romero. Novelista, ensayista, periodista. Tiene 18 libros publicados y es un escritor cuya trayectoria está marcada por una audaz singularidad narrativa, reconocido como uno de los pilares esenciales de la literatura dominicana contemporánea. Premio Nacional de Cuento Julio Vega ...

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