Esas pequeñas cosas que hacen que tu día sea maravilloso. El olor a café recién hecho que dice que el día comienza. Tu mascota que corre hacia ti desde que te ve. La persona que te ayuda en casa que hace que todo funcione cuando sales de ella. El portero que te da los buenos días y te dice: “vaya con cuidado”.
Pequeñas cosas que tal vez no apreciamos, pero que dan sentido a una rutina positiva.
Cuando María, una de mis chicas en Editec, me manda la agenda diaria con diferentes íconos según la temporada, me hace sonreír y darme cuenta que cualquier cosa que hagas debe llevar tu sello. Esa amiga que me manda un corazón por mensaje de Instagram y me pregunta: “¿cómo va todo?”.
Cuando llega la hora de salida del colegio y mi hijo me escribe “ven” y yo dejo todo y salgo a su encuentro caminando, para volver juntos con una charla intrascendente y altamente necesaria. Y cuando sucede algo que desata mi ansiedad y oigo la voz de mi pareja que me dice que “todo va a estar bien”, y logra calmar este corazón acelerado.
Ese juego de memoria que me he descargado en el celular que cada día me manda un reto diferente y que está logrando que vuelva a recordar números y pone a mi cerebro a trabajar por sí mismo.
Bajar a mi perrita y saludar a las personas con las que me cruzo, una sonrisa y una mirada, de quién quizá no vuelva a ver pero que me hacen sentir visible.
La llamada desde más allá de este continente que me recuerda que no hablamos lo suficiente y anoto mentalmente hacerlo.
La lista continúa, ahora les invito a hacer la suya. Harán falta más de 300 palabras.