El parquecito de la Lira, ubicado entre las avenidas Abraham Lincoln y Lope de Vega, en el centro comercial y económico de la ciudad de Santo Domingo, que algunos gustan llamar Polígono Central, se ha venido convirtiendo desde el año pasado en un centro para la movilización de una parte de los sectores sociales para manifestar su descontento. Pero La Lira es hoy, en cierta medida, la consolidación de un proceso de articulación de sectores juveniles que no ha madurado.
Como he sido uno de los propulsores de esta corriente, sin proponérmelo, y como he podido madurar con la experiencia, siento la responsabilidad de verter mis opiniones en aras de lograr un debate critico, no sobre La Lira, sino sobre los espacios físicos, sus composiciones y contextos sociales, pero sobretodo, sobre los mensajes que nos conectarán con los actores sociales de los cambios que proponemos.
Donde actuar
En el año 2003, en plena crisis económica y cuando el Gobierno de Hipólito Mejía, que había enviado tropas a Irak violando nuestra constitución y nuestra historia, se volvía cada vez más impopular, se inició un significativo y ascendente proceso de movilización popular que generó la famosa huelga del 11 de noviembre. Para esa fecha, estudiaba en INTEC, una universidad privada que no parecía conmoverse por los barrios prendidos en candela, ni los muertos de la huelga, pero tampoco por la represión de Hipólito Mejía.
Mientras que los barrios de la Zona Norte ardían en fuego y eran ocupados militarmente, un orden y una normalidad extraña reinaba por las zonas ricas de la ciudad. La Sarasota, la Lincoln, la Churchill y la 27, para citar algunas, parecían no estar en huelga. Los centros comerciales vendían normalmente, mientras que la PUCMM, UNIBE e INTEC, obligaban a los estudiantes asistir, a pesar de que partes importantes de la ciudad eran peligrosas en una huelga con carácter insurreccional contra un Gobierno bochornoso.
En aquel momento, un análisis del espacio me condujo a una conclusión simple: había que llevar cierto mensaje a la zona que parecía normal de la ciudad. La misión era sencilla entonces, debíamos realizar algún tipo de manifestación en el Polígono Central, que llamase la atención y transmitiese un poco el descontento popular.
Fue entonces que decena de jóvenes, en ese entonces todos miembros de Juventud Rebelde, nos dirigimos a la Churchill con 27 de Febrero, pancartas en mano, para protestar contra el Gobierno de Hipólito y sus desmanes. En ese tiempo la idea no era protestar en la zona de los ricos para que estos la vieran, si no, para que el país viese que mientras los barrios de la Zona Norte peleaban por la vida, alguna solidaridad vendría de esos sectores centrales. Quizás estábamos equivocados.
Como sospechábamos, la prensa nacional encontró peculiar y cool esta forma de protesta poco común en la República de las grapas y las gomas quemadas. Tuvimos buena cobertura, aunque uno que otro periodista no llamó los jevitos que protestábamos. ¡Qué lejos de la verdad estaban aquellos periodistas!
Poco tiempo después, pero sin ninguna conexión que yo conozca, se generó un movimiento de jóvenes que periódicamente protestaban en la Av. Churchill con Paseo de los Locutores. Se trató de un espacio llamado Yatabueno, protestas en las cuales participé activamente y en solidaridad con estos jóvenes de las clases medias. Allí conocí y me relacioné con Gisellita Fiallo, Marel Alemany, Altair y Virginia Rodríguez, Carlos Sánchez, Sara Sánchez, Crystal, Albertico, entre otros. Esto sirvió de inspiración para que poco tiempo después otro grupo de jóvenes comenzara a manifestarse en esa misma zona vestidos de negro, creo que se llamaban Luto o algo así. Ambas expresiones se esfumaron lamentablemente una vez ganó Leonel Fernández en Mayo de 2004.
Dos actividades promovimos después en la zona, a saber: cuando la lucha contra la devastación de Roberto Salcedo en 2007, nos amarramos a las caobas ubicados en el mismo bulevar, cerca de Plaza Central para evitar que las cortasen para colocar las lucrativas palmas de Roberto. Poco tiempo después, cuando se produjo la complaciente sentencia a Báez Figueroa, Báez Coco y Álvarez Renta, realizamos una pequeña actividad que llamamos Plantón contra la Impunidad en la Lincoln con 27 de febrero. El Juicio Político y Moral contra Alejandrina Germán, realizado en 2008, pensamos en algún momento montarlo en ese lugar.
Desde entonces, la experiencia en el trabajo social en los rincones del país, el afinamiento del análisis espacial, nos han permitido preferir otros espacios para el accionar político-social, acorde con nuestros objetivos y público esperado.
Sin embargo, en diciembre de 2009, los organizadores de la protesta contra los indultos a Vivian Lubrano y a los implicados en el Plan Renove optaron por hacer su convocatoria en La Lira, desde entonces otros grupos, incluyendo sindicalistas y políticos, han optado por realizar sus convocatorias en esta pequeña plaza, hasta convertirla en la actualidad en un lugar de referencia.
Sin menospreciar sus ventajas, que están vinculadas a la facilidad de acceso para los sectores de la clase media, la cantidad de vehículos que por ahí transitan, el pequeño tamaño de la plaza, su facilidad de acceso para los medios de comunicación y su ubicación frente a una cafetería frecuentada por políticos, así como la no necesidad de permisos, considero que los luchadores de la República Dominicana debemos realizar análisis espaciales correctos para profundizar nuestra conexión con la sociedad a través de mensajes más efectivos.
La Lira
La Lira es una placita donde los jóvenes de clase media alta acostumbraban a ir a compartir y a beber cervezas, amenizados por la música en sus vehículos, situación que se daba particularmente de noche, en la estación de Gasolina del frente que tiene el mismo nombre.
La Lira era como toda la Lincoln, una discoteca pública para los jóvenes acomodados. Sin embargo, un hecho hizo llamar la atención de los puritanos de siempre. Hace unos años, por allá por mayo de 2003 un grupo de cinco jóvenes decidió pasear desnudos a bordo de una jeepeta por la zona para llamar la atención. Como si fueran buitres, Cardenal, Medios de comunicación, empresarios y políticos, se ensañaron contra esta acción y hasta les sometieron a la Justicia.
La misma Justicia que ha perdonado a tantos corruptos. Posteriormente en diciembre de 2004, Nuria transmitió unas imágenes de dos mujeres haciendo un acto sexual encima de la capota de un vehículo estacionado en la misma calle.
Como nada es más importante que la sexualidad en la sociedad capitalista, estos hechos aislados provocaron una cacería de brujas y la militarización de la Lincoln. Les expulsaron de la Lincoln, que poco a poco fue la sustitución del Malecón, desde donde también habían expulsado a la juventud.
Pronto verá usted las campañas mediáticas contra la avenida Venezuela, porque en esta sociedad donde manda la Santa Iglesia, la diversión de la juventud es un delito.
La policía dominicana y los «puritanos» desarrollaron una persecución contra la Lincoln y sobre todo contra los alrededores de la Lira, para que ésta dejara de ser el espacio de diversión que era.
Sigue siendo símbolo de la elite
Ahora la Lincoln ya no tiene esas características, sin embargo, sigue siendo la Lincoln, una de las tres calles más elitistas del país. La Lira ocupa dos de esas tres calles, a saber la Lope de Vega y la Lincoln. Esta última calle divide a dos de los «sectores» más enriquecidos del país a saber Naco y Piantini.
La Lincoln es una calle tan poco popular que ni siquiera tiene transporte público. A penas una línea ocasional de «carritos» públicos recorre sus esquinas, pero se desvían en la Lope de Vega. Incluso, los vehículos públicos que van hacia el sector de Los Ríos, que deberían recorrer la Lincoln, cuya prolongación se llama «Los Próceres», evaden esta calle para tomar la Av. Winston Churchill, que sería la tercera av. de elite del Polígono Central, pero que sin embargo es más popular. Sin duda alguna que la Av. Lincoln, desde la Av. John FF. Kennedy que comienza, hasta la Av. George Washington que termina, es el símbolo urbanístico de las clases oligárquicas de la República Dominicana.
Como simbólico es también, que las principales calles de la ciudad tengan nombres extranjeros. San Vicente de Paul, Ortega y Gasset, Winston Churchill, Abraham Lincoln, Charles de Gaulle, Nicolás de Ovando, John F. Kennedy, George Washington, entre otros.
Es por tanto que considero que reforzar al parque La Lira como lugar de encuentro para la política alternativa es, a mi juicio, reforzar una visión light de la política, una muestra de nuestra falta de visión y estrategia.
Ninguna de nuestras acciones, incluyendo la decisión de los lugares de concentración, los actores a invitar, los mensajes y el público meta a transmitirlos, debe ser producto de la improvisación o el capricho. Al contrario, deben ser parte de una estrategia diseñada y consiente. Una decisión por banal que parezca, debe ser coherente con el sentido y el objetivo que contenga.
Con esta reflexión no sostengo un rechazo per sé a este espacio, como me negaría a rechazar cualquier espacio público para la acción política. Creo que es un espacio de las clases medias altas y sus posiciones políticas, que en todo el mundo son de derechas. Es un espacio de ellos, que tarde o temprano reclamarán.
Tampoco hago un llamado a largarnos a protestar hacia Capotillo o la Zurza (que debiéramos). Más bien propongo una verdadera transición en nuestro mensaje y método para que nos conecte con las clases medias y los sectores desposeídos, en primer lugar, pero sobretodo que nos vincule a las clases medias bajas.
El análisis de los espacios, los mensajes y las consignas son vitales para construir la comunicación que necesitamos. A mi juicio, este es el tipo de análisis que deberíamos hacer los revolucionarios para conectarnos cada vez más con la gente y romper el encantamiento tradicional que nos mantiene al margen del poder.