Según un refrán bastante extendido, “quien hizo la ley hizo la trampa”. Y esto les encaja muy bien a los líderes políticos y a sus partidos, que son en gran medida jueces y parte en el sistema electoral dominicano.
Como es muy bien conocido, se les tiene prohibido adelantar la campaña y se las han arreglado para ir adelante con demostraciones públicas en espacios cerrados.
En la realización de sus actividades internas, orientadas a la promoción de los denominados precandidatos, de las autoridades partidarias, la juramentación de nuevos miembros o todas a la vez, los grandes partidos no arriman las herramientas ni asumen descanso.
Algunos críticos de la movilización permanente incluyen en este renglón las inauguraciones oficiales.
Y otros, los que preveían una baja de la promoción permanente con el agotamiento del dinero, dejaron fuera de la ecuación lo que parece una nueva ley de la política, la de la eterna fluencia económica. Es como si para los partidos políticos no hubiera crisis ni inflación.
Y como hasta este punto podemos parecer opuestos a que los dirigentes políticos y los partidos conviertan la vida dominicana en un jolgorio con la promoción permanente de aspiraciones y candidaturas, hacemos la precisión de que en realidad no.
Nos preocupa, esto sí, que quienes tienen la política como oficio, aquellos que se proponen de día en día para la administración del Estado y sus dependencias, no sean capaces de atenerse a la ley elaborada por ellos mismos para poner orden en un campo que lo necesita.
Sólo se legisla o debe legislarse, para llevar orden allí donde hay un problema. Y si la ley quedó coja, o ha sido desarticulada de tanto actuar contra ella, atengámonos a su espíritu y empecemos a predicar con el ejemplo.