Los problemas de la anterior Junta Central Electoral empezaron con el mandato de organizar las convenciones internas de los partidos políticos.
Se advirtió que eso haría que la Junta llegara a las elecciones con la imagen desgastada por la impenitente costumbre de los políticos dominicanos de no admitir derrotas y atribuirle las culpas al árbitro.
Así ocurrió, tal como temía la Junta. Ahora, el actual pleno de la JCE ha pedido al Congreso que le quite esa cruz del camino, pero los partidos no están en eso e ignoraron las razones expuestas por el órgano electoral.
La clara definición de candidatos eventuales en los partidos Revolucionario Moderno y la Fuerza del Pueblo, sumado a que ninguno de los que corren en el PLD tienen fuerza para generar una crisis mayor, podría ayudar a la Junta a salir sin desgaste mayor de su reputación, pero tendrá que concentrarse en esas primarias y descuidar asuntos fundamentales en la organización de las elecciones.
Su mayor reto actual es que el PLD realizará una “convención disfrazada de consulta” en octubre y no se sabe las consecuencias jurídicas de ese proceso, sus resultados y las reacciones de los no favorecidos.